¿Reafirmación del marxismo leninismo en Cuba? (Primera parte)

Dr. Roberto Regalado Álvarez

El III Pleno del Comité Central del PCC argumentó sobre la necesidad de revitalizar «la enseñanza, conocimiento y divulgación de nuestra historia, así como del Marxismo-Leninismo», de cara a «los desafíos de la guerra cultural que se nos hace desde los centros de poder hegemónico del capitalismo transnacional».

El camino hacia la claridad y firmeza ideológica reclamadas por la dirigencia partidista pasa, sin embargo, por dirimir sobre un tema que ha conjugado diversos problemas. Problemas actuales, pero no novedosos, como no lo son las críticas al canon del «marxismo-leninismo» y a sus efectos políticos, económicos y culturales, a su papel como doctrina organizacional e ideología de Estado. Su análisis debe asumir la herencia peculiar del proceso revolucionario y socialista cubanos, así como la sacudida de los años noventa, cuando el descalabro del sistema soviético y la crisis aparejada asentaron nuevas condiciones en nuestro país.

Dirimir sobre la situación actual del marxismo en Cuba supone aproximarnos a nuestra historia reciente, a los intentos de reformular nuestro socialismo, a nuestras prácticas e instituciones, a los debates y valoraciones que han suscitado. Crear alternativas ajustadas a nuestro contexto implica superar viejos dogmas, no actualizarlos. El proyecto de emancipación social, de crítica cultural, que el marxismo revolucionario ha sostenido, no avala disociar las formas o medios, de los contenidos.

De ahí que decidamos abrir un nuevo espacio para divulgar textos de autores cubanos que han analizado varias dimensiones del tema.

El texto que presentamos a continuación es inédito. (Instituto de Filosofía)

El desenvolvimiento de la sociedad es un proceso sujeto a leyes y subordinado a cierta necesidad histórica que no depende de la voluntad ni de la conciencia de los hombres.

Manual de marxismo‑leninismo, 

Academia de Ciencias de la URSS.

En Cuba se han sucedido cuatro tipos fundamentales de sociedad: comunismo primitivo, esclavitud, feudalismo y capitalismo. No hay ningún régimen social eterno. El capitalismo será sustituido por el socialismo.

Los fundamentos del socialismo en Cuba.*

Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada, es el lema de vida de Fernando Martínez Heredia, Juan Valdés Paz y Aurelio Alonso Tejada, asumido por ellos a través del prisma de la teoría de la revolución social de fundamento marxista y leninista, en su condición de filosofía de la praxis. A la memoria de Fernando y de Juan, y a homenajear a Aurelio, está dedicado este artículo. Lo escribo convencido de que la divulgación, interpretación y desarrollo crítico y creativo de su pensamiento es hoy imprescindible para salvar a la Patria, la Revolución y el Socialismo. De lo que se trata no es de «adecuar» y «aplicar», supuestamente «no como un dogma», las ideas formuladas por Marx, Engels y Lenin en sus respectivas épocas históricas —que fueron muy vulgarizadas, por demás, en la Unión Soviética posleninista—, sino de utilizar su método de análisis para formular las ideas de fundamento marxista y leninista necesarias para enfrentar y resolver los problemas de nuestra época histórica.

Más que en cualquier momento anterior, en la situación actual de Cuba es crucial que el pensamiento de estos tres intelectuales‑militantes, junto al de otros compañeros y compañeras que cultivan el marxismo creador y revolucionario, sea conocido y tenido muy en cuenta, en primer lugar, a todos los niveles, por las y los dirigentes y funcionarios del partido, el Estado y las organizaciones de masas y sociales, encargados de formular y/o ejecutar la política del país, y también conocido y tenido muy en cuenta por todas y todos los cubanos, porque el curso de sus vidas ha estado, está y estará determinado por esas políticas, en cuya elaboración y ejecución tienen el derecho y el deber de participar, con información y criterios amplios y bien fundamentados.

Historia de Cuba, marxismo‑leninismo y pensamiento de Fidel

El III Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (posterior a su VIII Congreso), efectuado el 16 y el 17 de diciembre de 2021 —entre nueve y ocho días antes del 30 aniversario de la disolución oficial de la URSS—, estableció una relación entre la historia de Cuba y el marxismo‑leninismo, diferente a la asumida en los dos congresos realizados en la cresta de la ola de la crisis terminal del llamado bloque socialista europeo, que desembocó en el derrumbe de nueve de los trece Estados regidos por el «modelo soviético» de «construcción del socialismo y avance hacia el comunismo», en la violenta desintegración de Yugoslavia, y en la continuidad de los procesos socialistas de China, Vietnam, Corea del Norte y Cuba, cada uno de estos cuatro países acorde con sus condiciones, concepciones y decisiones particulares.

La diferencia radica en el que el pleno enlaza a estas dos materias de manera externa y acrítica, mientras que el IV Congreso y el V Congreso, en 1991 y 1997, respectivamente, «se atrincheraron» en las páginas más gloriosas de la historia de Cuba y tomaron (una lamentablemente imprecisa) distancia de las nociones sobre el socialismo y el comunismo impuestas en la URSS tras la prematura desaparición física de Lenin, que después serían asumidas, voluntariamente o no, según el caso, por prácticamente todos los llamados países socialistas, incluida Cuba y con la excepción de Yugoslavia.

Entremezclar el estudio de la historia de Cuba y el marxismo‑leninismo como pilares para remontar la crisis del proyecto y el proceso socialista cubano, de la que este último es un factor desencadenante y agravante, constituye una regresión de lo que, en su obra cumbre, La evolución del poder en la Revolución Cubana (en dos tomos), Juan Valdés Paz denomina sistema ideológico cultural,1 a sus características y contenidos previos al colapso del «socialismo real». De este texto tan valioso, tan necesario especialmente hoy, solo existe una edición de 2000 ejemplares, publicada en 2018 por la filial de la Fundación Rosa Luxemburgo en México. La Sección de Literatura Histórica y Social de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) hizo una presentación, para sus miembros, de este libro con la participación de su autor, y facilitó que los asistentes lo copiaran en dispositivos electrónicos. A esa presentación le debo el haberlo conocido yo. Sería necesario hacer una edición, en formato impreso y digital, de esta y otras obras de Valdés Paz (y también de las Martínez Heredia y Alonso Tejada), para darles la más amplia difusión.

En lugar de completar, en correspondencia con la letra y el espíritu de los acuerdos del IV Congreso y el V Congreso del PCC, el hasta hoy inconcluso distanciamiento del «modelo soviético», lo que hace el III Pleno es formalizar la (re)incorporación del marxismo‑leninismo al proceso de elaboración teórica y práctica mediante el cual se apuesta a abrirle nuevos horizontes al socialismo cubano.

En 1995, Aurelio Alonso Tejada escribía:

El debate sobre el tema del marxismo en la Revolución cubana es mucho más complejo que lo que traslucen el discurso ideológico, el sistema de enseñanza y el movimiento editorial y publicitario. Sobre todo porque la reflexión crítica, que vuelve a abrirse paso en los últimos años, no cuenta aún con espacios ni con estímulos suficientes para calar con la hondura necesaria en el trayecto mismo de nuestra historia reciente, tan saturada de entrega y heroicidad que la apologética parecería a veces estar de más.

Pienso que cualquier estudioso que se respete, solo de verse escribiendo sobre el marxismo y la Revolución cubana, tendría que preocuparse ante lo poco que ha sido dicho en Cuba desde el rigor del análisis despojado de lastres y tensiones doctrinales, y de lo mucho que tenía que haber figurado ya en el debate. Un debate que ha estado ausente durante más de dos décadas.2

Junto al marxismo‑leninismo y al pensamiento, la obra y la vida del comandante en Jefe  Fidel Castro Ruz, el III Pleno nos convoca a estudiar la historia de Cuba. Pero, ¿qué historia de Cuba vamos a estudiar? Interrelacionar, una vez más, a la historia de Cuba con el anti histórico marxismo‑leninismo es repetir el error cometido en década de 1970, cuando, en función del acople entre ambos, al decir de Valdés Paz, se institucionalizó «el uso ideológico de la Historia de Cuba», se le incluyó «en una historia universal “obrera” y “socialista”»,3 y se le convirtió en un «epifenómeno de un movimiento histórico más general e irreversible».4

En su ensayo, «Ciencia política. Un estado de la disciplina», publicado por primera vez en 2003, Valdés Paz afirma:

[D]ado que la Revolución dura mientras dura su poder constituido, consecuentemente, en favor de ese poder existe una cantidad de discursos políticos más o menos científicos —menos que más— y otra cantidad de discursos en contra. Por consiguiente, uno de los problemas que enfrenta la ciencia política en Cuba es la polaridad del discurso político predominante: favorable al orden establecido o rampantemente contrario. Así pues, hay muy poco de ciencia y mucho de confrontación en los lenguajes mediante los cuales se pretende dar cuenta de la realidad política cubana.5

Debido al papel fundamental que la ciencia política desempeña como fuente nutricia de la historiografía, este elemento es uno de los factores por los cuales, según Valdés Paz:

No disponemos hasta el momento de una historia acabada del orden político existente en Cuba desde 1959 a la fecha; no tenemos una historia política del país, una propuesta de periodización; no disponemos de una historia que, al menos, nos dé un inventario de los hechos políticos más relevantes. Por tanto, todos los colegas abocados al estudio de la realidad política del país se ven obligados a hacer pequeñas incursiones históricas, precisamente porque no existe la posibilidad de remitirse a un fondo suficientemente consistente para ahorrarse tener que historiar. Virtualmente, todo el que va a estudiar algún aspecto de la realidad política tiene que hacer un poco la historia, el recuento de cómo fue, cuándo surgió, cuándo apareció, de dónde vino, quién lo puso. Tenemos ese importante déficit que afecta a todos los campos de las ciencias sociales cubanas.6

Valdés Paz concluye que la ciencia política cubana, llamada a desempeñar un rol protagónico en la historiografía de la Revolución, acorde con su naturaleza de proceso vivo y en movimiento, y con la inevitable sucesión de ejercicios de prueba y error que ella realiza, han tenido un «bajo desarrollo». Según su análisis, durante la década de 1960 continuaron los estudios tradicionales en los que «se reiteran los de historias políticas, vuelven las historias de partidos, de corrientes políticas; también algunos estudios constitucionales, e incluso electorales», referidos a la experiencia de la Revolución, y en menor medida la historia previa; en las décadas de 1970 y 1980 se hicieron estudios institucionalistas, del partido, las organizaciones de masas y el Poder Popular «en el entendido de que con estas queda agotada la realidad política»; y, en la década de 1990 es cuando comienza a predominar una interpretación sociológica del orden existente y se realizan los primeros estudios empíricos de la realidad de política del país.7 No obstante este avance, señala:

En el estudio del sistema político cubano hay todavía notables insuficiencias, entre ellas sobre el ambiente. En el lenguaje sistémico, ambiente es todo lo que no es el sistema; todo lo que no está incluido en él es ambiente del sistema. No tenemos suficientes estudios de lo que sería el ambiente del sistema político cubano; la relación que hay, por ejemplo, en el cambio de vida, la estructura social y el nuevo orden político; la relación entre el sistema político cubano y el resto de los sistemas sociales, digamos, la economía o la sociedad civil; incluso, la relación entre el sistema político cubano y el internacional, o el ambiente internacional, etcétera.

Tampoco hay, a pesar de los muchos discursos, estudios sobre los fundamentos teóricos e ideológicos del sistema; sobre cuáles son los supuestos bajo los cuales ha sido edificado el sistema político cubano. Se dice que Martí y su Partido Revolucionario Cubano son el precedente del actual partido cubano; otras veces decimos que es el marxismo-leninismo; otras veces que solo el marxismo; otras, que el leninismo; en ocasiones se dice que el sistema político cubano es original, que es una experiencia propia, que es un aporte que hemos hecho, que no hemos copiado de nadie, que es hijo de nuestra realidad, que por eso es distinto y más democrático. Como hay tantas versiones acerca de sí mismo, lo que nos haría falta es un estudio a profundidad de cuáles son los fundamentos teóricos e ideológicos que podemos identificar en la realidad del sistema político existente.8

Con respecto a la historia del Partido Comunista de Cuba, en La evolución del poder en la Revolución cubana, Valdés Paz dice:

Cabe observar que a partir [del periodo 1975‑1985] se superpuso, a la historia real de un partido surgido tras el triunfo de la Revolución mediante un difícil proceso de unificación, que pasó por organizaciones previas como las ORI y el PURS, y con una década de existencia, la historia simbólica de un PCC que es continuidad del Partido Comunista de 1925, que se continuó en la existencia del viejo Partido Socialista Popular y que el 16 de agosto de 1975 y de 1985 celebraban, respectivamente, el 50 y el 60 aniversario de su virtual fundación. De esta manera, la falta de continuidad programática, de estrategia de lucha revolucionaria u orgánica y de liderazgo era suplantada por otra reinterpretación ideológica de sus orígenes.9

Para ilustrar solo una de las aristas de los problemas mencionados por Valdés Paz sobre la historia de la Revolución cubana impartida en los centros de enseñanza media y superior, baste mencionar que en la entrevista «Algunas preguntas siempre renovadas» concedida por Ana Cairo Ballester a Julio César Guanche, publicada en la antología En el borde de todo. El hoy y el mañana de la Revolución en Cuba,10 la prestigiosa historiadora explica que después de conquistar el poder fue necesario negociar y conciliar las diferencias existentes entre las tres organizaciones cuya unidad sería la columna vertebral del Gobierno Revolucionario recién establecido:

Los acuerdos para la unidad tienen una dimensión historiográfica que debería estudiarse también como un problema académico. Tú recordarás, de tus años de preuniversitario —le dice la Dra. Cairo Ballester a Guanche—, el «salto» en los programas de Historia de Cuba. Cuando se llegaba a la Huelga de Marzo y a la muerte de Antonio Guiteras [8 de mayo de 1935], todo se «aceleraba» para llegar al Golpe de Estado de Batista [10 de marzo de 1952]. Los silencios sobre el período 1935‑1952 quizás podrían entenderse como una de las formas «pactadas» para no «encender» las discusiones. Cada organización decidía cómo se estudiaba a sí misma, qué documentos publicaba, y qué imaginario se construía sobre sí misma.

Una parte de la historia real del Primer Partido Comunista, del Directorio Revolucionario y del Movimiento 26 de Julio no ha recibido la sistematicidad de estudios que se necesitaría, puesto que constituye un problema historiográfico relevante para legitimar una historia, ya muy necesaria, de la Revolución Cubana. Al menos en cuanto a lo publicado el déficit de obras resulta muy notorio.11

A lo anterior la entrevistada agrega que otra variante o consecuencia de esos «pactos» ha sido la publicación de «libros sospechosamente incompletos», puesto que la información existe. Menciona el caso de Julio Antonio Mella [1903–1929] y la edición de sus textos en 1975 en la que «Mella aparece como si estuviera en camino hacia un “cielo de los revolucionarios”», y acto seguido se pregunta: «¿No hubo discusiones violentas en torno a la huelga de hambre? ¿Por qué fue sancionado? ¿No tuvo contradicciones con los dirigentes del Partido Comunista mexicano?».12 Por último, no puede obviarse que: «Se repite por ejemplo, una y otra vez, que Mella y Carlos Baliño [1848–1926] fundaron el primer Partido Comunista de Cuba [1925]. ¿Y por qué no se mencionan a los otros fundadores?».13

El vacío resultante de la falta de una historia política del país, de una propuesta de periodización del orden político existente en Cuba desde 1959 y de un inventario de los hechos políticos más relevantes ocurridos a partir del triunfo de la Revolución Cubana, ya lo venía llenando, y lo seguiría llenando hasta el final de sus días,14 el propio Valdés Paz. Aunque seguimos lejos de llenar este vacío, él nos legó una concepción y un método para estudiar la constitución y evolución del poder político y el poder social de la Revolución Cubana, que facilita la articulación y la conjugación de los aportes de todas las ciencias sociales, pasados, presentes y futuros. Con esa concepción y ese método, él analizaba las características, el funcionamiento, los resultados y los cambios realizados en sus sistemas institucionales (jurídico, político, económico, civil, comunicacional, ideológico cultural y otros), en cada uno de los períodos y subperiodos por los que, en su autorizada opinión, atravesó el ejercicio de esos poderes entre 1959, año de su instauración, y 2018, año de publicación de La evolución del poder en la Revolución cubana, después complementado y actualizado por su autor mediante artículos y charlas.

Regresión hacia el marxismo‑leninismo soviético

Antes del III Pleno, pasos en la regresión hacia el marxismo‑leninismo soviético ya se habían dado en el VII Congreso y en el VIII Congreso del PCC, en 2017 y 2021, respectivamente. Muestra de ello es que las versiones de la Conceptualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista, aprobadas en esos eventos, comparten textualmente la siguiente formulación:

La actualización del Modelo […] tiene como antecedentes particularmente relevantes, a «La Historia me Absolverá» —contentiva del «Programa del Moncada»—, la Plataforma Programática aprobada por el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), el Programa del PCC aprobado en su Tercer Congreso, así como los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución.

También comparten textualmente la siguiente afirmación, elaborada con los conceptos y la terminología de la Plataforma Programática del I Congreso:

La sociedad cubana se encuentra en el período histórico de construcción del socialismo. La experiencia ha demostrado que constituye un prolongado, heterogéneo, complejo y contradictorio proceso de profundas transformaciones en las estructuras políticas, económicas y sociales, entre otras.

El mismo posee objetivos y rasgos esenciales comunes por su contenido histórico universal, independientemente de donde tenga lugar; y especificidades políticas, ideológicas, económicas, jurídicas, sociales, legales, culturales e históricas, derivadas de las características internas de cada país y el entorno internacional.

¿Acaso el colapso del llamado bloque socialista europeo, las guerras que destruyeron a Yugoslavia, y la ineludible necesidad de China, Vietnam, Corea del Norte y Cuba —¡de la propia Cuba!— de proseguir sus respectivos procesos socialistas, cada cual acorde con sus condiciones, concepciones y decisiones particulares, y las tendencias mundiales que, en lo referente a la disyuntiva socialismo o barbarie, apuntan hacia esta última, no demuestran lo erróneo, lo irreal, lo falso que es el concepto «período histórico de construcción del socialismo»?

¿Acaso no demuestran la inexistencia de «objetivos y rasgos esenciales comunes por su contenido histórico universal, independientemente de donde tenga lugar» de los procesos socialistas? ¿No demuestran la inexistencia de un «camino trillado» en pos de la nueva sociedad, a lo largo del cual solo habría que hacer «adecuaciones» al marxismo‑leninismo a tono con las condiciones y características del cada país?

¿Acaso es posible concebir que en el mundo surjan nuevos procesos de transformación social revolucionaria que asuman los antes mencionados «objetivos y rasgos esenciales comunes por su contenido histórico universal»? ¿Dónde? ¿En qué continente o región?

Además de lo antes expresado en forma de interrogantes cuyas respuestas son obvias, no procede aplicar el concepto período histórico de construcción del socialismo a Cuba, ni a China, Vietnam y/o Corea del Norte, sea individual o colectivamente, porque ni antes, ni mucho menos después de la debacle de 1989‑1991, este ha sido un concepto referido o aplicable a un país o a un grupo de países, sino un concepto de tránsito de la humanidad de la sociedad capitalista a la sociedad comunista, tránsito que no se produjo, no se está produciendo, ni se avizora en el horizonte.

De la Conceptualización del modelo económico y social es preciso destacar:

1. Asume como «antecedentes particularmente relevantes» a la Plataforma Programática de matriz soviética aprobada por el I Congreso del PCC y al Programa de esa misma matriz adoptado en la sesión diferida del III Congreso, efectuada del 30 de noviembre y al 2 de diciembre de 1986, cuya puesta en práctica resultó en lo esencial anulada por el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas que había sido emprendido desde abril del propio 1986.

2. Reivindica el Programa del III Congreso a pesar de que, además de la casi absoluta nulidad de su puesta en práctica, fue derogado por el IV Congreso, realizado del 10 al 14 de octubre de 1991, mediante una resolución que orientó «continuar guiando toda la actividad del Partido por los criterios rectores desarrollados en el proceso de rectificación, por el conjunto de directivas de los órganos superiores para el período especial, y por las pautas que trace la dirección del Partido» y confió «al Comité Central en consulta con los organismos, organizaciones e instituciones que corresponda, la elaboración y aprobación de los nuevos lineamientos programáticos del PCC, así como organizar su estudio por la militancia y el pueblo».

3. Si la intención era mencionar todos los documentos programáticos con que ha contado la Revolución cubana, incluido el Programa del Moncada, que es anterior a la conquista del poder, debió incluirse a El partido de la unidad, la democracia y los derechos humanos que defendemos, el documento programático más reciente con que cuenta el PCC, elaborado por mandato del IV Congreso y aprobado por el V Congreso, en octubre de 1997, que como reacción frente al derrumbe de la URSS fundamentó el «atrincheramiento» del socialismo cubano en su historia, sus principios y sus convicciones propias. ¿No somos continuidad de esos congresos?

Aunque El partido de la unidad, la democracia y los derechos humanos que defendemos no cumple con todos los requisitos de un programa partidista «en regla» porque, entre otras carencias, no se propuso —ni se podía proponer— llenar el «agujero negro» evidenciado por el derrumbe de la URSS en la metas históricas de la Revolución cubana —que no podían seguir siendo la «construcción del socialismo y avance hacia el comunismo» en los términos del marxismo‑leninismo soviético—, repárese en que ese documento programático no ha sido sustituido ni superado por otro de igual o mayor jerarquía y alcance, en particular, no ha sido sustituido ni superado por la Conceptualización del modelo económico y social de desarrollo socialista.

Del mismo modo que El partido de la unidad… tiende a llenar principalmente la parcela del «agujero negro» correspondiente a la historia, los principios y las convicciones, La Conceptualización… tiende a llenar principalmente la parcela del «agujero negro» correspondiente al desarrollo económico y socioeconómico (no al desarrollo social en todas sus dimensiones). Lo uno y lo otro son elementos muy importantes que, junto a otros elementos también muy importantes, deberá contener el programa que desde 1997 el PCC «les debe» a la sociedad cubana en general y a su propia militancia en particular. De esto se desprende que la Conceptualización del modelo económico y social no es la conceptualización del socialismo cubano. Interpretarlo así es asumir el reduccionismo economicista y el etapista del marxismo‑leninismo.15

Las formulaciones con respecto a la historia de Cuba y al marxismo‑leninismo hechas en el III Pleno son aún más explícitamente diferentes a los términos y conceptos plasmados en los Estatutos actualizados en el V Congreso del PCC, en 1997, que además de no utilizar el término/concepto marxismo‑leninismo, hacen una ponderada y precisa caracterización de la fusión del ideario revolucionario radical de José Martí y los principios fundamentales del marxismo y del leninismo:

El Partido Comunista de Cuba —dicen los Estatutos de 1997—, partido único, fruto de la unidad de la nación cubana, mantiene una labor sistemática y tenaz por el desarrollo y consolidación en nuestra sociedad de la ideología de la Revolución Cubana, que resume e integra lo específico de nuestra Revolución: la fusión del ideario revolucionario radical de José Martí y de una tradición singular de lucha liberadora nacional y social en la que se destacan insignes revolucionarios y patriotas, con los principios fundamentales del marxismo y del leninismo y la necesidad histórica del socialismo que en nuestras condiciones se revela como única alternativa al subdesarrollo y a la dominación neocolonial. La ideología de la Revolución Cubana encuentra su más alta expresión en el pensamiento y la acción del compañero Fidel Castro Ruz.

Nótese la diferencia entre los términos y los conceptos utilizados en este fragmento y los utilizados en las intervenciones y los documentos del III Pleno:

Términos y conceptos de los Estatutos

  • De la historia de Cuba dice: la fusión del ideario revolucionario radical de José Martí y de una tradición singular de lucha liberadora nacional y social en la que se destacan insignes revolucionarios y patriotas; y,
  • De la teoría de la revolución social de fundamento marxista y leninista dice: los principios fundamentales del marxismo y del leninismo y la necesidad histórica del socialismo que en nuestras condiciones se revela como única alternativa al subdesarrollo y a la dominación neocolonial.

Términos y conceptos del III Pleno

  • Entremezcla ambos elementos al hablar de: el trabajo partidista en función de la investigación, la enseñanza y la divulgación de la historia de Cuba y del marxismo-leninismo, y el Programa nacional para el estudio, investigación y difusión del pensamiento, la vida y obra del comandante en jefe Fidel Castro Ruz.
  • Reivindica y reafirma los conceptos: «marxismo‑leninismo», «materialismo dialéctico», «materialismo histórico» y «economía política marxista».

Con respecto a la colocación del estudio del pensamiento del máximo líder histórico de la Revolución cubana «en un mismo plano» con el del marxismo‑leninismo, tal como lo hace el III Pleno al igual que con la historia de Cuba, no se debe pasar por alto que si bien Fidel empleaba ese vocablo, con el cual él estaba familiarizado desde su juventud, el concepto lo asumía en sus propios términos y estableciendo sus propios límites. Bien conocidas son sus críticas al economicismo, a la prescindencia de la conciencia como fuerza principal de la transición socialista, a la inexistencia de vocación, educación y actitud internacionalista, y a otros elementos de la doctrina imperante en los llamados países socialistas europeos.

Fidel interpretaba y practicaba el marxismo y el leninismo como filosofía de la praxis: como la teoría revolucionaria que se renueva, se desarrolla y se rectifica a sí misma en su interacción con la praxis. En diferentes circunstancias, el pensamiento de Fidel, como el de Marx y también el de Lenin, «podía producir diferentes resultados y perspectivas políticas».16 Esto es lo opuesto al marxismo‑leninismo del materialismo dialéctico, el materialismo histórico y la economía política «marxista», supuestos portadores de leyes históricas cuyo cumplimiento no depende de la voluntad ni de la conciencia del ser humano. Además, ningún lugar a dudas deja su afirmación hecha en el Aula Magna de la Universidad de La Habana el 17 de noviembre del 2005: «Una conclusión que he sacado al cabo de muchos años: entre los muchos errores que hemos cometido todos, el más importante error era creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía de cómo se construye el socialismo».

La formulación marxista y leninista contenida en los Estatutos de 1997 no «prendió» en la dirigencia ni en el funcionariado del PCC. No se le explicó, y ni siquiera se le hizo notar, a la militancia partidista y al pueblo en general, la diferencia existente entre los conceptos «marxista y leninista» y «marxista‑leninista». No se realizó acción alguna para fundamentar y promover la sustitución de un término/concepto por el otro. El cambio introducido en los Estatutos quedó, para quienes por sí mismos lo notaran, como opción semántica que cada persona podría utilizar o no utilizar según su preferencia. De ahí que muy extendidamente se asuma como opcional:

  • utilizar el guión para entrelazar al marxismo y al leninismo, como fue acuñado en los documentos y los manuales soviéticos;
  • prescindir del guión sobre la base de que la Academia de la Lengua Española determinó su desuso como signo ortográfico; o,
  • intercalar la letra «ye» entre ambos términos como si fuera una «nueva moda» para expresar un concepto que «antes» se solía denominar marxismo‑leninismo.

Esta supuesta opcionalidad se patentiza en los discursos y los documentos del VIII Congreso, en el cual se utilizaron tres modos diferentes de referirse a la teoría de la revolución social fundada por Marx y a los imprescindibles aportes hechos a ella por Lenin:

  • marxismo‑leninismo o marxismo leninismo (con o sin guión) en la acepción soviética de materialismo histórico y materialismo dialéctico;
  • marxismo‑leninismo o marxismo leninismo (con o sin guión), de modo que se podría interpretar (o no interpretar) como utilización del término, pero no del concepto, en la acepción soviética, dado que se le empleó en relación con los estudios teóricos y la promoción de eventos sobre la viabilidad del socialismo, y con la búsqueda de alternativas emancipadoras; y,
  • marxismo y leninismo, en correspondencia con los Estatutos partidistas de 1997, que por ser lo estatuido, debería utilizarse como el término oficial, el término único, en los discursos y documentos del PCC.

El predominio en Cuba de la idea de que el marxismo‑leninismo es el «único marxismo» y/o el «único leninismo» existente o, en todo caso, el «único marxismo» y/o el «único leninismo» política e ideológicamente «correcto», es resultado de lo que Aurelio Alonso Tejada caracterizó como la «cancelación del espacio polémico en el terreno de las ideas», que precedió al proceso de inserción de Cuba en el CAME, a la adopción del dispositivo económico correspondiente a esta inserción —el Sistema de dirección y planificación de la economía— y a la institucionalización política y administrativa influida por los patrones de autoridad del socialismo soviético. Es muy gráfica la manera en que Alonso Tejada relaciona la definición hecha por Fidel en Palabras a los intelectuales,17 con el estrechamiento en el terreno de las ideas impuesto en la década de 1970: «El […] paradigma “dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada” se estrechaba a otro que se hubiera podido cifrar: «dentro del marxismo soviético todo, contra el marxismo soviético nada».18

¿Es esta una exageración? Claro que no. Aunque la reforma constitucional de 1992 puso fin al funcionamiento del marxismo como ideología de Estado, con la modificación de los presupuestos ideológicos fundamentales como Estado, nación, partido y otros, en la práctica, en la realidad, siguió rigiendo el espíritu, si bien ya no la letra, de las «Tesis y resoluciones sobre los estudio del marxismo‑leninismo en nuestro país» aprobadas en el I Congreso del PCC:

Debe existir el más absoluto control del Partido en relación con la exposición pública y la divulgación de criterios, conceptos e interpretaciones en aulas, estrados y prensa. No es posible admitir la publicidad de interpretaciones de la teoría marxista‑leninista y de conclusiones teóricas que contradigan o extralimiten los lineamientos trazados al respecto por el Partido, y que este no autorice.

Al Partido le corresponde definir y aprobar objetivos y vías, así como aprobar programas, bibliografía y profesores encargados de su enseñanza, en cualquier centro o lugar en que esta se efectúe. La dirección por parte del Partido, de toda la educación marxista‑leninista expresa el derecho y el deber que tiene de asegurar que la ideología científica de la clase obrera que rige la construcción del socialismo en nuestro país no sufra mixtificación alguna y que el esfuerzo investigativo y docente en torno al marxismo‑leninismo, se efectúe por parte de quienes tengan condiciones para ello y en el sentido que al partido interesa […].

Luego del intento realizado entre 1966 y 1970 de articular un proyecto socialista autóctono y heterodoxo, malogrado por las agresiones y el bloqueo imperialistas, y por los adversos resultados de sus propios ejercicios de prueba y error, en 1972 Cuba se integró al CAME y estrechó sus relaciones con la URSS, curso de acción que implicó asumir el «modelo soviético institucional imperante en Europa oriental». Con palabras de Valdés Paz:

Con la conformación del proceso de institucionalización nacional al modelo soviético institucional imperante en Europa oriental, con algunas variaciones locales, el orden institucional cubano importó la dimensión ideológico-cultural de ese modelo, también con algunas variaciones menores. El núcleo duro de ese componente era un cuerpo ideológico denominado «marxismo-leninismo» —con poco de Marx y de Lenin— en el que se incluía de manera codificada una interpretación de la historia, una filosofía, una teoría política y social, una economía, una antropología, una concepción del socialismo, una interpretación del sistema internacional, etc. Esta ideología era institucionalizada como una doctrina oficial del Partido y el Estado, así como la base de cualquier estrategia idónea de la revolución y de la construcción del socialismo. Particular importancia tuvo en este cuerpo ideológico la doctrina del «ateísmo científico» con la cual se sustituyó la condición laica del Estado.19

¿Es marxista y/o leninista el marxismo‑leninismo?

¿Es marxista y/o leninista el marxismo‑leninismo? ¿Es marxista y/o leninista el materialismo dialéctico? ¿Es marxista y/o leninista el materialismo histórico? ¿Hay compatibilidad entre la historia de Cuba y el materialismo dialéctico e histórico? ¿Existe una economía política marxista o marxista‑leninista del socialismo?

Para Néstor Kohan, el materialismo dialéctico es una doctrina y un sistema de pensamiento que tiene una historia y un proceso de constitución, cuyos defensores siempre se negaron a analizar y discutir debido a que «su operación teórica implícita consistía en deshistorizar al marxismo», con lo cual todas las etapas del pensamiento filosófico que arrancan con Marx y son sucedidas por los marxistas posteriores se diluyen y se amalgaman en una compacta aleación de «un conjunto doctrinario limitado y finito de proposiciones», en un «círculo de fuego, cerrado y hermético». Kohan explica que, como uno de los momentos históricos centrales inherentes y constitutivos de este cuerpo teórico aparentemente circular y sistemático fue el aporte de Lenin, los defensores del materialismo dialéctico sostenían que ese aporte no solo era inseparable sino incluso indistinguible de la obra de Marx, y por lo tanto, después de la muerte de Lenin en 1924, designaron al nuevo sistema «marxismo [-] leninismo». Al llegar a este punto, se pregunta y concluye: «¿Cómo analizar y cuestionar esto sin «traicionar» el legado leninista y convertirse automáticamente en un «renegado»? La operación fue realmente inteligente y sagaz. El dogma había creado sus propios dispositivos de control».20

Al volcarse y difundirse en forma de manual —añade el autor—, el materialismo dialéctico ganó e incorporó un público ampliado, al precio de convertir al pensamiento marxista, no en un instrumento activo de liberación, creación, interrogación y crítica, sino en un  medio de legitimación basado en la repetición mecánica de citas, justificación y obediencia teórica. A partir de la difusión masiva de esos manuales, «el militante de esta tradición cultural no debía ya formarse en la lectura de Karl Marx y sus continuadores clásicos sino en el recorte previo que de ellos habían hecho los discípulos soviéticos de Stalin».21

Con respecto a la economía política, debe tenerse en cuenta que Marx falleció en 1883, Engels en 1895 y que Lenin enfermó en 1922 y falleció en 1924. Esto implica que Marx dejó de existir 34 años antes, Engels 22 años antes y Lenin apenas 7 años después de la Revolución de Octubre de 1917. En lo tocante a Marx y Engels, sus estudios y conclusiones sobre economía política tuvieron como «techo» al capitalismo de la Segunda Revolución Industrial, aunque en los últimos años de la vida de Engels se analizaban y debatían los rasgos del capitalismo monopolista que entonces se convertía en imperialismo.

Los fundadores del marxismo hicieron consideraciones muy generales —lo más que podían hacer— sobre cómo imaginaban la economía en la sociedad poscapitalista, sin que existiera experiencia práctica alguna que pudieran estudiar. Posiblemente, las más conocidas de esas consideraciones sean las contenidas en el Manifiesto del Partido Comunista (1848), basadas en las expectativas de que la revolución proletaria fuese mundial y que su epicentro fuesen las naciones más avanzadas de Europa, ninguna de las cuales se cumplió. A falta de una experiencia, de un proyecto, de un proceso concreto de transición del capitalismo al comunismo que Marx y/o Engels pudieran estudiar y sobre el cual pudieran teorizar, es infundado hablar de una «economía política marxista», en rigor, de una economía política marxiana, de la «construcción del socialismo», de la transición al comunismo o del comunismo en sí. Según el historiador Eric Hobsbawm:

Nuestro juicio sobre el marxismo del siglo XX no se basa en el pensamiento del propio Marx, sino en interpretaciones o revisiones póstumas de sus escritos. A lo sumo podemos afirmar que a finales de la década de 1890, durante lo que fue la primera crisis intelectual del marxismo, la primera generación de marxistas, aquellos que habían estado en contacto personal con Marx, o más probablemente con Federico Engels, ya comenzaban a discutir algunos de los temas que cobraron relevancia en el siglo XX, en particular, el imperialismo y el nacionalismo. Gran parte de la discusión marxista posterior es específica del siglo XX, y no se encuentra en Carlos Marx, en particular el debate sobre cómo podría o debería ser realmente una economía socialista, que surgió en gran parte de la experiencia de las economías de guerra de 1914‑1918, y las crisis cuasi‑revolucionarias o revolucionarias de la posguerra.22

En cuanto a Lenin, ya se mencionó que, a solo cinco años del triunfo de la revolución, una grave enfermedad lo obligó a cesar en sus funciones, y que murió siete años después del establecimiento del poder soviético. Bien sabido es que entre 1922 y 1924 libró lo que se conoce como La última lucha de Lenin,23 consistente en combatir y tratar de erradicar un conjunto de problemas conceptuales, estructurales y funcionales del partido y el Estado, que él identificaba como potencialmente destructivos para el socialismo soviético, incluida su solicitud al Comité Central del Partido Comunista de Rusia (bolchevique) de que Stalin fuese relevado del cargo de secretario general.24 No solo no prosperaron las consideraciones y propuestas de Lenin, sino que fue precisamente Stalin quien, por encima de las diversas interpretaciones sobre el pensamiento de Lenin coexistentes en el liderazgo y en la intelectualidad bolcheviques, impuso la suya, entre otros medios, mediante sus textos Los fundamentos del leninismo (1924) y Cuestiones del leninismo (1926), y sus concepciones plasmadas en el Programa del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) de 1938. De modo que fue el «leninismo» estalinista el que se fundió con el «marxismo» también estalinista en el «marxismo‑leninismo» soviético.

A Lenin también se debe aplicar lo dicho por Hobsbawm con respecto a Marx, en cuanto a que las apropiaciones y adecuaciones de sus ideas, realizadas en condiciones, situaciones, épocas y/o lugares distintos a las que fueron formuladas por él, son interpretaciones o revisiones póstumas de sus escritos que, por supuesto, son muy diversas, tal como muy diversas son las interpretaciones y revisiones póstumas de los escritos de Marx. Interpretaciones y revisiones póstumas intencionadas del pensamiento de ambos fueron las impuestas en la URSS tras la muerte de Lenin, y son las que aún perviven en Cuba. Además, en la base de todo análisis sobre el marxismo‑leninismo debe estar el siguiente juicio de Hobsbawm: «[…] el experimento soviético se diseñó no como una alternativa global al capitalismo, sino como un conjunto específico de respuestas a la situación concreta de un país muy vasto y muy atrasado en una coyuntura histórica particular e irrepetible».25

Notas

* Los fundamentos del socialismo en Cuba, libro de divulgación de la autoría de Blas Roca Calderío, secretario general del Partido Socialista Popular, fue publicado por primera vez en 1943 y tuvo varias ediciones en el período inmediato posterior al triunfo de la Revolución cubana, de las cuales se extrae la cita utilizada como exergo.

1   Juan Valdés Paz: La evolución del poder en la Revolución Cubana (en dos tomos), Rosa Luxemburg Sitfung, México, 2018.

  Aurelio Alonso Tejada: «Marxismo y espacio de debate en la Revolución cubana», artículo por primera vez publicado en la revista Temas no. 3, pp. 34‑43, julio‑septiembre de 1995. Aquí la cita fue tomada de El laberinto tras la caída del muro, compilación de ensayos del autor publicada por CLACSO coediciones – Ruth Casa Editorial, Buenos Aires, 2009, p. 216.

3 Juan Valdés Paz: La evolución del poder…, ob. cit., t.I, p. 299.

4   Ibíd., p. 163.

5   Juan Valdés Paz: «Ciencia política. Un estado de la disciplina», en El espacio y el límite. Estudios sobre el sistema político cubano, compilación de ensayos del autor realizada por el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello / Ruth Casa Editorial, La Habana, 2009, pp. 12‑13. Este texto fue originalmente publicado en Sin urna de cristal. Pensamiento y cultura en Cuba contemporánea, Rafael Hernández (comp.), Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana, 2003, pp. 12‑13.

6   Ibíd: pp. 147-163.

  Ibíd.: pp-7‑13.

8   Ibíd.: p. 16.

9   Juan Valdés Paz: La evolución del poder…, ob. cit., t-1, p. 212.

10  Julio César Guanche (comp.): En el borde de todo. El hoy y el mañana de la Revolución en Cuba, Ocean Sur, México, 2007, pp. 215‑238.

11 Ibíd.: pp. 224‑225.

12 Ibíd.: p.225.

13 Ibíd.

14 Juan Valdés Paz falleció en La Habana, el 26 de octubre de 2021.

15 Para conocer las opiniones del autor sobre la pervivencia de los conceptos y la terminología del «modelo soviético» en los documentos aprobados por el VII Congreso y el VIII Congreso del PCC, las consecuencias de esa pervivencia y cómo subsanarla, de la serie «El “Triángulo de las Bermudas” por el que navega Cuba. Acumulación de problemas propios. Doble filo del bloqueo y reflujo de la izquierda latinoamericana»,  véanse los artículos: «El socialismo cubano necesita un debate y un nuevo consenso programático», en La Tizza, el 26‑7‑21; «Defensa inclaudicable y refundación revolucionaria del socialismo cubano. A propósito del VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba, I y II, en La Tizza el 20-8-2021 y el 28‑8‑2021, respectivamente. Véase también: «A la Revolución Cubana hay que defenderla sin vacilación ni condicionamiento alguno», en alainet, 15-7-2021. Por último, véase «Lo que quedó en el tintero», en La Tizza, el 29‑10‑2012.

16 Muestra de la condición de filosofía de la praxis de Carlos Marx es la constatación de Hobsbawm de que: «Su forma de investigación podía producir diferentes resultados y perspectivas políticas. En rigor, eso hizo el propio Marx, quien visualizó una transición pacífica al poder en Gran Bretaña y Holanda, y la posible evolución de la comunidad rural rusa al socialismo. Kautsky e incluso Bernstein fueron herederos de Marx tanto como (o, si Ud. quiere, tan poco como) Plejánov y Lenin». Eric Hobsbawm: How to change the world. Tales of Marx and Marxism, Little, Brown Book Group, London, 2011, pp. 12‑13. (Traducción propia).

17 Discurso pronunciado por Fidel Castro como conclusión de las reuniones con intelectuales cubanos, efectuadas en Biblioteca Nacional de Cuba los días 16, 23 y 30 de junio de 1961.

18 Aurelio Alonso Tejada: «Marxismo y espacio de debate dentro de la Revolución», ob. cit., p. 229.

19    Juan Valdés Paz: La evolución del poder…, ob. cit., t-1, p. 300.

20 Néstor Kohan: Nuestro Marx, Misión Conciencia, Caracas, 2011, p. 93.

21 Ibíd: p. 126.

22  Eric Hobsbawm: How to change the world. Tales of Marx and Marxism, Little, Brown Book Group, London, 2011, p. 7. (Traducción propia).

23 Véase a Vladimir Ilich Lenin: La última lucha de Lenin. Discursos y escritos 1922-23, Pathfinder Press, Nueva York, Londres, Montreal, Sydney, 2010.

24 Véase a Vladimir Ilich Lenin: «Carta al congreso del 23 de diciembre de 1922», La última lucha de Lenin. Discursos y escritos 1922-23, Pathfinder Press, Nueva York, Londres, Montreal, Sydney, 2010, pp. 239 y 259.

25 Eric Hobsbawm: Historia del siglo XX, Grijalbo‑Mondadori, Buenos Aires, 1998, p. 493.