Pablo y la filosofía latinoamericana, cubana y caribeña

Dra. Yohanka León del Río

Instituto de Filosofía

Palabras leídas el pasado 20 de enero en la sede del Instituto de Filosofía durante la presentación del libro Pablo Guadarrama González: filósofo latinoamericano, escrito por el investigador Carlos Rojas Osorio.

Conocí a Pablo en el año 1985. Regresábamos de realizar estudios de filosofía en la Universidad Estatal de Bielorrusia, en la cuidad de Minsk. Era otro país, con otro escudo y otro nombre. Hoy es Belarús; de república federativa de la URSS, paso a estado independiente. Llegué cargada de muchas ansias profesionales y no menos personales, pero debo decir que agradezco a Pablo haber dado ingredientes para las ansias profesionales iniciales y haberlas podido alcanzar, sobre todo en los primeros años de mi ejercicio profesional, que siempre son de ascenso inercial.

Traía en el zurrón de los aprendizajes como un tesoro, mi tesis de grado sobre el escritor Alejo Carpentier y conocer de un grupo de pensamiento cubano y latinoamericano en la Universidad Central de Las Villas me entusiasmó por la residencia que podría tener ese mi primer libelo. Además, encontrar un espacio donde era posible continuar formándome y coincidir con colegas con los que me unía esa pasión nuestramericana del pensar y el decir.

Llegar a ese amplio y verde campus universitario de las Villas, e ir al encuentro con el profesor que todos referían para el contacto sobre esos temas fue grato. Pablo muy jovial, llano, amigable, nos recibió como a iguales, y no lo éramos por supuesto en tanto preparación. Enseguida nos propuso colaborar y además comenzar un diplomado sobre Filosofía latinoamericana de la Liberación. Eso fue un hallazgo extraordinario y a la vez un rehacer y recolocar las coordenadas de la filosofía que habíamos aprendido en el oeste del mundo.

El pensamiento filosófico latinoamericano con todas sus figuras aun en la lógica de panteón patriarca, nos revelaba la voz propia, las razones, conceptos propios, y nos explicaba a nosotros mismos mucho más claros y distintos que toda posible razón metódica occidental.

Leímos y dialogamos con Andrés Bello enciclopédico y fundante, a Arturo Andrés Roig, Leopoldo Zea quienes hablan de la liberación, modelo racional del ser de estas tierras. Nos sumergimos en sus polémicas, y nos habitaron sus disputas pero aprendimos a colocar la racionalidad otra, esa que ha sido ninguneada e invisibilizada por lo que hoy calza con la denominación de colonialidad del saber.

Gracias a Pablo recorrimos no solo los estudios, sino tuvimos los libros en nuestras manos, que él con toda amabilidad siempre ofrecía y no pocos abusamos de su bondad, al quedar cautivo de manera discreta, en nuestras propias bibliotecas, algún que otro ejemplar prestado. Todo el que realmente deseaba leer y estudiar encontraba en esos anaqueles atestados de su biblioteca personal el libro necesario.

Con Pablo no solo realice el diplomado, sino continúe estudios animada por él, en la primera edición de la maestría en pensamiento latinoamericano de la UCLV, donde nos conocimos muchas colegas, que hasta hoy, tenemos sellada una entrañable amistad de ideas, proyectos, sueños profesionales y personales.

Además de compartir cada dos años los simposios de pensamiento latinoamericano, creciendo profesionalmente en sus paneles, ponencias y talleres, propicio la colaboración en publicaciones de libros y artículos. Sin dudas un colega, y un maestro de la juventud cubana en el ideario de servicio a la verdad y el bien. Finalmente su acompañamiento llegó hasta mi tesis doctoral, la que por motivos varios se alargó en el tiempo, pero él siempre me entusiasmó a seguir y agradezco mucho su criterio como tutor y su valoración de mi trabajo.

También la familia personal se hizo y Pablo como amigo y colega está presente.

Una idea filosófica es central en su obra, el de la autenticidad del pensamiento latinoamericano. Podría resonar ahora esto así, a esencialismo de la razón moderna, pero quiero rescatar este esfuerzo teórico de Pablo. Este hacer intelectual es un acto necesario e imprescindible en su tiempo, y en el de ahora, para que la memoria del pensamiento nuestroamericano, sea el acumulado desde donde levantar velas para navegar del urgente pensamiento crítico.

Gracias Pablo, merecido homenaje, y convencida estoy de tu incansable hacer. Por eso, estas galas de hoy son solo una pequeña pausa, para recargar zurrones o catauros de otras generaciones venideras de juventud, dispuestas a la filosofía lúcida, humilde y propia.