La enseñanza del marxismo-leninismo en la universidad cubana actual: reflexiones y propuestas

Dr.C. Carlos Jesús Delgado Díaz

Profesor Titular. Facultad de Filosofía, Historia y Sociología

Universidad de La Habana

El reciente III Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC) argumentó sobre la necesidad de revitalizar «la enseñanza, conocimiento y divulgación de nuestra historia, así como del Marxismo-Leninismo», de cara a «los desafíos de la guerra cultural que se nos hace desde los centros de poder hegemónico del capitalismo transnacional».


El camino hacia la claridad y firmeza ideológica reclamadas por la dirigencia partidista pasa, sin embargo, por dirimir sobre un tema que ha conjugado diversos problemas. Problemas actuales, pero no novedosos, como no lo son las críticas al canon del «marxismo-leninismo» y a sus efectos políticos, económicos y culturales, a su papel como doctrina organizacional e ideología de Estado. Su análisis debe asumir la herencia peculiar del proceso revolucionario y socialista cubanos, así como la sacudida de los años noventa, cuando el descalabro del sistema soviético y la crisis aparejada asentaron nuevas condiciones en nuestro país.


Dirimir sobre la situación actual del marxismo en Cuba supone aproximarnos a nuestra historia reciente, a los intentos de reformular nuestro socialismo, a nuestras prácticas e instituciones, a los debates y valoraciones que han suscitado. Crear alternativas ajustadas a nuestro contexto implica superar viejos dogmas, no actualizarlos. El proyecto de emancipación social, de crítica cultural, que el marxismo revolucionario ha sostenido, no avala disociar las formas o medios, de los contenidos.


De ahí que decidamos abrir un nuevo espacio para divulgar textos de autores cubanos que han analizado varias dimensiones del tema. (Instituto de Filosofía)

Se debe ser «marxista» con la misma naturalidad con que se es «newtoniano» en física, o «pasteuriano» en biología, considerando que si nuevos hechos determinan nuevos conceptos, no se quitará nunca su parte de verdad a aquellos otros que hayan pasado.
Ernesto Che Guevara, 8 octubre 1960.


[…] es preciso que los marxistas se aclaren con respecto a su doctrina. Es preciso abandonar de una vez por todas el pensamiento manualesco en lo que tiene de eclesiástico. Es importante dar una dura batalla teórica para que, en el marxismo contemporáneo, triunfe el pensamiento de Marx, y para que podamos, así, superar a Marx realizándolo (la philosophie devenue monde, de que hablaba Sartre), inventando los conceptos y categorías que él habría inventado si viviese en nuestro siglo.
Ludovico Silva, 1978.

La enseñanza del marxismo en las universidades cubanas ha sido una actividad priorizada a la que se ha brindado especial atención y dedicación por parte de las instancias políticas, las direcciones institucionales y los equipos profesionales que han mostrado a lo largo de los años capacidad reflexiva, ejercicio del pensamiento crítico, constancia, dedicación, madurez, y compromiso político. No obstante, los niveles de satisfacción de los involucrados, en particular de los estudiantes con la enseñanza que reciben, no se corresponden siempre con la magnitud del esfuerzo realizado. Asimismo, es frecuente encontrar entre el estudiantado confusiones, incomprensiones y rechazos a la disciplina o alguna de sus asignaturas. No se trata de un fenómeno exclusivamente local atribuible al desempeño individual del maestro o del estudiante, sino social, e incorpora múltiples aspectos. Claro está, como en cualquier fenómeno social, su interpretación por los actores involucrados mezcla mitos y exageraciones con realidades, pero es indudable que existen niveles de satisfacción en ocasiones muy bajos, que llegan a incluir el rechazo, y están lejos de ser los deseados. Todo ello indica que es muy probable que la contribución de la disciplina a la formación del profesional se esté afectando sensiblemente. Los docentes a su vez, han sido reflexivos y críticos con respecto a sus prácticas, y han venido trabajando arduamente para la transformación de la disciplina, sus asignaturas y el ejercicio docente. Han sido esfuerzos auténticos realizados por colectivos capaces, y el que no se coronen siempre con el éxito esperado debe conducirnos a preguntarnos ¿por qué?


Las causas para este tipo de situaciones, cuando una disciplina es cuestionada en su diseño y quehacer, siempre son variadas e incluyen desde asuntos teóricos e históricos, la configuración del campo de estudios, hasta los pedagógicos y prácticos que comienzan en los diseños curriculares y terminan en el día a día de los estudiantes y los docentes en las aulas. No hay que excluir de esta complicada ecuación las percepciones sociales y las circunstancias político-sociales, globales y locales, que configuran el entorno y desde él influyen en cómo las percepciones, las aceptaciones y los rechazos se configuran. Es incuestionable que el derrumbe del socialismo europeo y la crisis de los noventas impulsaron cambios a nivel social y en la estructura de la disciplina; de la misma manera que las transformaciones actuales que tienen lugar en la sociedad cubana y la educación superior, colocan a la disciplina de marxismo ante tensiones y nuevas demandas institucionales, sociales y personales.


Se trata entonces, de un universo de problemáticas que sería imposible abordar en un taller como el que nos convoca, por lo que en esta presentación intentaré reunir y concentrarme en tres cuestiones de orden teórico general que estimo claves para la elaboración de propuestas de transformación. El ponente no niega el rango también teórico de los problemas de naturaleza pedagógica que requieren atención, pero teme que trabajar el asunto al nivel pedagógico sin esclarecer antes las cuestiones teóricas generales que conciernen al marxismo como teoría, al marxismo-leninismo como tendencia dentro del marxismo, y a la disciplina docente del mismo nombre, nos conduzca a pseudo soluciones basadas en análisis de las consecuencias y omisas con respecto a las causas.


Dicho en otras palabras, es una situación análoga a la reparación de grietas visibles a simple vista en un muro. Una vez reparadas, aparecerán nuevamente al poco tiempo, pues lo visible en la superficie es consecuencia de una grieta más profunda, que necesita ser reparada primero, y se encuentra en el nivel de la estructura.


Las tres cuestiones estructurales (teóricas) que abordaré se refieren: al lugar del marxismo-leninismo en el marxismo; a la delimitación de la disciplina docente marxismo-leninismo, su estructura y componentes; y lo que oculta/devela el tan conocido y quizás poco comprendido problema de los manuales de marxismo.

Acerca del lugar del marxismo-leninismo en el marxismo


La disciplina docente que se imparte en las universidades cubanas tiene el nombre de marxismo-leninismo, término que por lo general suele asumirse en Cuba como sinónimo de marxismo. Esto es equívoco y oculta asuntos fundamentales sobre la relación entre marxismo y marxismo-leninismo, que debemos explorar antes de que consideremos este último en su carácter de disciplina docente que agrupa un conjunto de contenidos en asignaturas. Marxismo, marxismo-leninismo y la disciplina docente marxismo-leninismo son tres cuestiones diferentes.


Los términos «marxismo» y «marxismo-leninismo» denotan sistemas de ideas distintos, y es fundamental distinguirlos tomando en consideración la historia, los contenidos y las consecuencias teóricas que tiene cada uno de ellos. Asimismo, tratar «marxismo-leninismo» como sinónimo de «marxismo» y «leninismo» puede resultar coherente solo si se pasan por alto la historia del marxismo, y las diferencias profundas que existen entre varias de sus interpretaciones.


Por tanto, aunque son términos diferentes los que se aluden, el asunto está muy lejos de ser exclusivamente terminológico y es imposible que pueda ser resuelto mediante un juego de palabras o una resignificación de última hora que intente dotar de contenido «cubano» un término general. Por otra parte, que el asunto no sea exclusivamente terminológico implica también que, aunque no parezca una opción válida aferrarse a una terminología comprometida con un pasado al que es inevitable y saludable renunciar, tampoco tiene sentido hacer de los términos o la contienda terminológica el objeto fundamental de cambio. Lo fundamental no radica en los términos, sino en los sistemas de ideas que designan y cobijan. Lo fundamental consiste en cambiar el tipo de orientación y de interpretación del marxismo que esa terminología simboliza y expresa.

El marxismo…


El marxismo es una concepción teórica que emana de la obra de Carlos Marx, se nutre de los aportes teóricos de autores relevantes a lo largo de su historia, y lleva la impronta de su vinculación directa con la praxis transformadora de millones de personas en el mundo. Ni es una teoría a secas, ni una praxis automatizada que danza al ritmo de los tiempos sin rumbo fijo. En palabras de Adolfo Sánchez Vázquez, se trata de «un proyecto de transformación del mundo realmente existente, a partir de su crítica y de su interpretación o conocimiento. O sea: una teoría y una práctica en su unidad indisoluble».


En Marx se encuentran no solo los orígenes, sino una riqueza paradigmática y de método que vincula el marxismo a la lucha por el socialismo y el comunismo, definidos como la superación del «estado de cosas actual», es decir, superación del orden social de dominación capitalista. Es un sistema de ideas que incluye las formas teóricas, doctrinarias e ideológicas en un balance delicado que requiere la sintonía fina que aporta la dinámica generadora del sistema teórico que es ciencia y la praxis social que es su correlato. La sintonía fina consiste precisamente en que lo ideológico y lo doctrinario no rebasen los límites que para la ciencia serían inaceptables.


La diversidad del pensamiento marxista es una de sus riquezas fundamentales, pues resulta del acercamiento a la diversidad de realidades, al correlato directo con la historia y la praxis histórico-social. Como teoría, ni se impone al mundo, ni pretende tener de antemano todas las respuestas, más bien somete sus tesis a la prueba de la praxis y mantiene solo aquellas que resultan validadas. Por eso el método de Marx, tiene un carácter abierto y su dialéctica no es reducible a esquemas ni formas sistemáticas al modo usual en la filosofía anterior. El carácter abierto y dialogante del marxismo con la realidad social y su compromiso con la historia están enraizados en su carácter de teoría científica, y son fuentes de su diversidad, a la vez que esa diversidad apegada a los contextos locales y temporales, es fuente de su fortaleza y vitalidad.


Tiene como cualquier teoría, bases paradigmáticas que la atan a un tiempo histórico, que le permiten cambiar dentro de ciertos límites, y que también le impiden pretender abordarlo todo. El tiempo histórico no es reducible a una cronología, de la misma manera que el espacio contextual no es el de una zona geográfica. El contexto espacio-temporal propio del marxismo desde su surgimiento es el del capitalismo mundial y las luchas por su superación. No es un fenómeno exclusivo ni del siglo xix ni de Europa.


La totalidad social inabarcable e inagotable desde cualquier postura teórica específica, marxista u otra, es otra fuente importante de la vitalidad y pertinencia del marxismo. Condiciona su necesidad de diálogo permanente con el quehacer humano, con el contexto social y natural propio de la actividad humana que se desenvuelve, y con otras corrientes de pensamiento, que interpretan esa misma realidad desde otros presupuestos de partida y propósitos, cercanos o no. Entendido como diálogo crítico con el contexto y las interpretaciones que sobre él se formulan, es un diálogo que asimila y rechaza desde una postura teórica coherente, y por eso le fortalece a la vez que le actualiza permanentemente. Ejemplos clásicos de ese diálogo crítico se encuentran en El capital, en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, en El contenido económico del populismo y su crítica en el libro del señor Struve, en El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, en El socialismo y el hombre en Cuba, por solo mencionar algunos textos marxistas relevantes por su balance de ciencia, doctrina e ideología.

El marxismo-leninismo…1

El marxismo-leninismo, por su parte, es una tendencia dentro del marxismo que surgió en un momento determinado de la historia del siglo xx, y que estuvo llamado desde su origen a cumplir funciones doctrinarias e ideológicas sobredimensionadas y contrapuestas a la ciencia marxista. Por eso se apartó de los presupuestos de pensamiento crítico y apertura que son propios del marxismo. En este plano, cabe afirmar categóricamente que el marxismo-leninismo es una interpretación del marxismo que no puede identificarse ni con el marxismo en general, ni con Marx o Lenin, ni con una interpretación «correcta» o «verdadera», o «la interpretación» del marxismo en nuevas circunstancias históricas, o que represente el marxismo en un nuevo período de la historia. Todas estas son expresiones doctrinales y pretensiones de verdad y fidelidad absolutas ideologizadas, que tienen que ver directamente con la falla de origen y desviación con respecto a Marx que porta el marxismo-leninismo.


No se trata ni de marxismo ni de leninismo, sino de una interpretación del marxismo viciada políticamente por sus orígenes estalinistas, y envuelta en una serie de compromisos y verdades preconcebidas, que empobrecen y se alejan del pensamiento de Marx y de Lenin, por solo mencionar los dos autores clásicos que se invocan como figuras paradigmáticas. En él, la correlación entre teoría, doctrina e ideología favorece las dos últimas y genera una hipertrofia que se aparta de la ciencia, un desbalance, e inclinación de la balanza hacia lo doctrinario e ideologizante.


Se pueden rastrear históricamente y demostrar detalladamente los orígenes estalinistas del término y del corpus de doctrina que fue seleccionada, depurada y presentada en la URSS bajo el rótulo marxismo-leninismo. Ni el término ni el corpus de doctrina existían en el período anterior a la muerte de Lenin, y su surgimiento está vinculado con el acomodo estalinista de la interpretación economicista y objetivante del marxismo que tiene una de sus fuentes en Bujarin y el Manual popular de Sociología, obra que en su momento criticaran Gramsci y Lukács, y que expone aquel modelo interpretativo del marxismo y la dialéctica que ya había criticado antes Lenin y calificado como falta de comprensión de la dialéctica, por ejemplo en Una vez más acerca de los sindicatos, el momento actual y los errores de los camaradas Trotsky y Bujarin, y su carta al congreso.


La deformación estalinista se expresa en los tres puntos clave siguientes:

1- La interpretación objetivante del marxismo y la historia;

2- La reducción del marxismo a una interpretación única posible de la realidad, a la verdad única que encuentra cobijo en el Manual como interpretación verdadera, y como tal, única posible, que deberá ser asimilada;

3- El empobrecimiento de la dialéctica al constreñirla a un conjunto de leyes y categorías de origen hegeliano, a declaraciones, citas, frases hechas y ejemplos que encierran supuestos modelos de solución para las situaciones nuevas que se presenten (recuérdese al respecto la crítica de Lenin a Engels y otros marxistas, expuesta en sus Cuadernos Filosóficos, por reducir la dialéctica a ejemplos).

La interpretación objetivante, redujo la causalidad social a un determinismo ramplón, que se venía gestando desde el siglo XIX y fue criticado por Engels en varias de sus cartas de los años noventa y por Lenin y Gramsci como señalé anteriormente. Las consecuencias han sido sumamente graves, pues provocaron que se diera la espalda y no se comprendieran procesos sociales y políticos de gran importancia, como fue el caso de la Revolución cubana, el pensamiento político y filosófico del Che y su llamado a forjar la subjetividad revolucionaria necesaria para la realización de los cambios políticos en el mundo subdesarrollado, la negación del valor de disciplinas científicas y áreas de conocimiento como la sociología, el psicoanálisis, la genética, la cibernética, etcétera, y también de modos de construcción del poder, la democracia y el orden social socialista participativo, de reconocimiento del lugar del Estado y la estatalidad en la construcción de una sociedad distinta del capitalismo, etcétera. Considerar cada uno de esos casos, y otros que sería extenso enumerar, como fenómenos resultantes de excesos «soviéticos» o errores de interpretación por personas, funcionarios y líderes, significaría cerrar los ojos a que una determinada interpretación del marxismo, el marxismo-leninismo, les encontraba justificación doctrinaria e ideológica, los consideraba expresión de marxismo genuino, o eran incluso propuestos como tales directamente, desde la tribuna académico-política.


El empobrecimiento de la dialéctica se vincula directamente con el intento de reconstrucción de una filosofía del marxismo que tiene más de materialismo premarxista que de comprensión de fundamentos filosóficos para pensar desde el marxismo. Este no es un problema menor, pues se renunció a las nuevas formas que adoptó el filosofar desde mediados del siglo xix, proceso bien caracterizado por Marx y Engels, y se construyó una especulación de inspiración naturfilosófica, presente en los manuales, que redujo la dialéctica de su condición de estrategia general de pensamiento, a esquema básico de pensamiento estructurado en base a un conjunto de leyes y categorías, tomadas a partir de Hegel, retocadas y presentadas bajo un ropaje supuestamente nuevo y marxista. El absurdo de esta interpretación instrumental y cerrada de la dialéctica es doble: le niega su potencialidad de método de descubrimiento, a la vez que pretende enunciar por adelantado, en la era de la revolución científica y tecnológica más grande que ha conocido la humanidad, cuál es el orden final del mundo.


Nada que ver con la inversión de la dialéctica hegeliana por Marx, con la interpretación del marxismo y su método por pensadores y luchadores revolucionarios como Lenin o el Che; contradice los avances científicos de los siglos XX y XXI, y no está a la altura de las necesidades cognoscitivas para pensar hoy una filosofía dialéctica que reconozca que lo nuevo ocurre; que acepte el reto de la globalidad; que se plantee de nuevo el problema de los conocimientos; que rompa los esquematismos mentales; que indague sobre las fuentes de la moralidad que se encuentran en la naturaleza viva; que esté al tanto del quehacer científico; que en política piense la relación trinitaria entre la Revolución, el Estado y la Sociedad; que rompa con la separación entre la ciencia, la política y la vida cotidiana de las personas; que sea comprometida, renovada y andante; en fin, que asuma el reto de pensar.2


La reducción del marxismo a una interpretación única posible de la realidad, por su parte, instrumentaliza la realidad política y le pone grilletes a la utopía y al pensamiento revolucionario, sancionando como deber ser, las realidades del presente que se vive. Lejos de ser una cuestión exclusivamente ética o política, abarca todos los campos, y termina en la justificación supuestamente teórica del orden social y político existente. En la época de Stalin, respondía a las necesidades ideológicas para el afianzamiento del estalinismo, pero al no ser superada posteriormente en la URSS, ha contribuido y todavía contribuye a la complacencia y la falta de crítica con respecto a los proyectos de transformación socialistas, así como a su reducción a un conjunto de rasgos que aunque no carecen completamente de justificación o fundamento teórico, tributan a imponer como ideal, el modelo que emana del orden social existente y la forma específica en que fue construido el poder en algunas experiencias socialistas, en particular en la URSS. Así, los rasgos del socialismo delimitados en documentos internacionales en la segunda mitad del siglo XX son un buen ejemplo de las consecuencias de este tipo de reducción y desbalance de la ciencia en favor de la doctrina y la ideología, (que manifiesta también la esquematización de la dialéctica), y que se tradujeron en segmentaciones, discriminaciones y estigmas al calificar/descalificar experiencias históricas concretas como socialistas, en base al cumplimiento con ciertos rasgos predeterminados.


El conjunto de consecuencias que tiene la impronta estalinista del marxismo-leninismo como tendencia del pensamiento marxista no debería despreciarse, como si se tratara de un problema del pasado o concerniente a otras realidades sociales. La codificación de esa interpretación como verdad única o interpretación verdadera del marxismo, aunque respondía a una necesidad ideológica del estalinismo en el momento de su surgimiento, al no ser superada en la URSS continuó viciando el panorama marxista con pretensiones implícitas de verdad absoluta e infalibilidad que son anticientíficas y expresan de modo concentrado, una tendencia, pero también una forma ideológica dentro del marxismo, que se vuelve sobre sí misma, cierra los ojos al mundo cambiante y persiste en imponer al mundo un modelo preconcebido de cómo este debería ser. Si el mundo no es o no se comporta como está previsto por las verdades que encierra la doctrina, es el mundo el que está mal. Se trata de una lógica que se dice marxista, pero es absolutamente contraria al marxismo y que ha sido trasladada de mil maneras a las estructuras mentales de numerosas personas, funcionarios, y las estructuras operacionales de las organizaciones, por tanto, no se trata solo de una tendencia del pasado, sino de una doctrina y una ideología que se han socializado y extendido como interpretación del marxismo supuestamente genuino. Es lógico suponer que existan numerosas personas honestas educadas en esa forma doctrinaria, que tienen sus horizontes conceptuales y políticos definidos por ella, y que la reproducen en su desempeño social, lo que explicaría además la frecuencia periódica con que algunos excesos se manifiestan en diferentes áreas, interpretaciones, así como explicaciones y ejercicios docentes que se reciclan y reaparecen cuando se les creía superados.


Por supuesto, que este asunto del marxismo-leninismo nos enfrenta a un problema de naturaleza política y sería erróneo no abordarlo directamente con toda la responsabilidad que implica. Está claro que, en Cuba, en el lenguaje político se utiliza marxismo-leninismo como equivalente de una concepción basada y fiel a las interpretaciones de Marx y Lenin, estimada además como fundamento ideológico de la Revolución, aunque no sea el único. Al mismo tiempo, para el resto del mundo marxista y no marxista, y para la ciencia, el término representa dogmatismo, estalinismo y versión soviética del marxismo, es decir, una forma vulgar de la teoría marxista, y la ideología que fracasó estrepitosamente con el derrumbe. Sobre este particular considero que lo único razonable que puede argumentarse es que corresponde a la instancia política considerar la pertinencia o no de continuar con ese compromiso terminológico.


Es completamente comprensible que los lenguajes y la terminología de la ciencia y la política sean diferentes, puesto que a cada uno de ellos corresponden dominios de competencia distintos. Por eso, nadie debería asombrarse de que el lenguaje político reconozca una realidad como «período especial» y otra como «actualización», mientras el lenguaje científico y teórico las reconozca y designe como «crisis» y «reforma» respectivamente. Es comprensible y hasta imprescindible que así sea, puesto que el lenguaje y la terminología de la interpretación política y de las consignas políticas tienen otros destinatarios y propósitos, y ciertamente no tienen por qué coincidir con el lenguaje de la ciencia y su terminología. Con respecto a los usos de marxismo y marxismo-leninismo cabría añadir únicamente, que la terminología trae implícitas consecuencias conceptuales y políticas profundas que deberían convocar a una reflexión del mismo orden por parte de las instancias científicas y políticas, sin que se cometa el error de trasladar las decisiones de un dominio de competencia al otro. Aunque hice la salvedad de que no abordaría las cuestiones pedagógicas por su amplitud, es indudable que se requiere, en la transformación de la enseñanza del marxismo en la educación superior, combinar con sabiduría tres esfuerzos: el político, el científico y el pedagógico. Distinguirlos sin separarlos es sumamente importante, puesto que, si la cuestión política consiste en que se debe enseñar el marxismo, el resto de los asuntos son científicos, técnicos y pedagógicos, y requerirán respuestas a esos niveles. Nada podría ser peor que abordar un asunto técnico como si se tratase de uno político, pues traería consigo inevitablemente imposiciones estandarizantes y adoctrinantes, como ya ha ocurrido en el pasado.

La disciplina docente marxismo-leninismo, su estructura y componentes


Si no existe coincidencia entre marxismo y marxismo-leninismo, hay que reconocer que aunque la disciplina docente toma su origen de la tendencia y su socialización, tampoco existe coincidencia total entre ambas. La disciplina docente que responde al nombre de marxismo-leninismo y se imparte en las universidades cubanas se ha venido modificando a lo largo de los años de trabajo académico, tanto en objetivos, contenidos y metodologías, como en sus componentes estructurales. La relación entre ambas es sumamente controvertida, pues la disciplina docente fue en su momento la plasmación por excelencia de la tendencia, por ejemplo en la URSS. Y entre nosotros, no se ha librado completamente de la impronta que ejerce sobre ella la tendencia, por lo que conviven elementos de conocimiento novedosos y obsoletos. Otro tanto ocurre con las prácticas pedagógicas, algunas viciadas por la lógica del aprendizaje memorístico. Se añade a lo anterior la dinámica organizacional que impone nombres estandarizados a departamentos y otros elementos de la estructura académica, para que hagan visible el término marxismo-leninismo.


La disciplina docente necesita definir e incorporar conscientemente algunas direcciones estratégicas para su recuperación como disciplina de marxismo. Entre ellos:

1- La enseñanza tanto del pensamiento marxista originario como de la diversidad del pensamiento marxista en su historia y sus interpretaciones de la realidad social y el marxismo.

Esta es una doble tarea que debería comprenderse como dualidad inseparable. Volver al pensamiento originario no debería significar saturación del estudio con citas y tareas de lectura de textos clásicos, aunque son indudablemente necesarias, sino recuperar el espíritu de ciencia propio del marxismo de Marx, entendido como teoría en constante construcción y renovación, como ciencia que se niega a sí misma porque somete sus elaboraciones a la prueba de la praxis. Y a la vez, recuperación de la diversidad y riqueza del pensamiento marxista, en su historia, aunque por razones de tiempo lectivo tenga que ser de manera panorámica.

2- Recuperar el carácter abierto, dialogante y crítico del marxismo con su tiempo histórico y la diversidad de realidades sociales.

Esto permitiría superar los vacíos que existen en la actualidad con respecto a los problemas contemporáneos y las nuevas teorías, que no se abordan todavía con la frecuencia que debieran. No consistiría en repetir el viejo error de hacer la crítica a ultranza de otras teorías, sino en pensar los asuntos actuales del mundo en que vivimos (científicos, tecnológicos, éticos, estéticos, de economía política, sociales y políticos) en diálogo crítico con las teorías y el pensamiento social y científico contemporáneos. Responde a la necesidad impostergable de pensar las formas de diálogo con otros modos de generación de conocimientos, en especial con las ciencias, de manera que pueda servir de guía para pensar el tiempo histórico presente, configurado por la revolución científica y tecnológica más grande de toda la historia de la humanidad, fuertemente enlazada al capitalismo y sus formas de dominación. Siguiendo esta lógica, los programas de estudio deberían contar con una parte «abierta» que incluya temas que se puedan someter a revisión y cambio periódicamente por los colectivos docentes, para facilitar la actualización permanente.

3- Trabajar con todo el espectro de las ciencias sociales y humanas.


No es suficiente enseñar marxismo, pues se debe contribuir desde el marxismo a la formación humanística y científica de los profesionales. Es una manera de poner la enseñanza del marxismo en función de los objetivos de formación de cada carrera, pero también de establecer un diálogo y reconocimiento del universo de las ciencias sociales, donde existen aportaciones valiosas y científicas, no necesariamente marxistas. En esta línea estratégica debería pensarse cómo la disciplina de marxismo puede brindar no solo conocimientos de ciencias sociales o del ciclo humanístico a las carreras de ciencias naturales, sino también problematización de ciencia y tecnología a las carreras de ciencias sociales, humanísticas y económicas.

4- Trabajar la naturaleza polémica de la pregunta por la filosofía del marxismo y la dialéctica como método.


Existe más de una respuesta válida a estas preguntas fundamentales, y los temas de la filosofía del marxismo y la dialéctica, no deberían de ninguna manera reducirse a una esquemática del mundo en forma de sistemas de leyes y categorías. La dialéctica debería enseñarse desde Marx y simultáneamente, desde la crítica marxista a las desviaciones manualescas, pues el aprendizaje de la historia en este tema en particular, esclarece y habilita para evitar que se repitan racionalizaciones y esquematismos.

5- Superar la enseñanza estandarizada del marxismo colocando la formación de los profesionales en el centro de la enseñanza.


Esto significa, sobre todo, superar su concepción como una disciplina más o menos cerrada en torno a un conjunto de asignaturas, con ligeras variaciones en contextos distintos, y avanzar hacia una enseñanza descentralizada, que se piense desde las necesidades de formación del profesional que se aspira a formar en cada carrera. Esto implica pensar el sistema de asignaturas, valorar su pertinencia en cada contexto específico, y pensar las modalidades de enseñanza más adecuadas, en una línea que nos aparte de la centralidad de las conferencias y esté más dirigida al taller, al debate y al trabajo independiente de los estudiantes. Asimismo, serían necesarios cambios en los sistemas de evaluación para hacerlos más sistemáticos, dirigidos al desempeño y menos reproductivos.

6- Trabajar por una enseñanza centrada en la lógica del marxismo y no en la acumulación de contenidos.


Trabajar para enseñar una teoría cualquiera, poniendo en manos del educando los materiales que permitan convertirle en un experto, y trabajar para que el conocimiento nuevo se incorpore haciéndose propio del educando son dos estrategias distintas. Se puede aprender aritmética para ser un experto en la materia, o aprenderla para incorporarla al quehacer de nuestra vida. La enseñanza del marxismo en las carreras, salvo aquellas de ciencias sociales que lo requieran por la especificidad de la formación del profesional, debería tener la forma de un enseñar la aritmética sin pretender formar un teórico de la aritmética. Esto significa también pensar la presencia diferenciada de las asignaturas de la disciplina en las carreras, es decir, en algunas carreras no impartir algunas asignaturas, incorporar otras específicas y nuevas, etcétera. Incluye pensar, por ejemplo, allí donde sea necesario, una asignatura integradora que aborde problemas actuales de filosofía, economía política, ciencia, tecnología, ética, estética y política, entre otros.

7- Profundizar en el estrecho vínculo entre marxismo y revolución social.


Pues el marxismo tiene en el cambio social revolucionario un elemento verticalizador, que le renueva. Los problemas vitales de la contemporaneidad revitalizan el tema de la revolución, lo recolocan en el centro, y la búsqueda de vías para el cambio de la sociedad continúa siendo fundamental para los destinos humanos y para el marxismo como teoría y práctica.

8- La unidad entre la formación de los profesionales y la superación de los profesores de marxismo.


Este es un elemento que podría y debe pensarse desde la organización institucional, pero que no debe quedar circunscrito a ella. Reconoce que las necesidades de superación de los docentes están directamente relacionadas no con las asignaturas en general y en abstracto, sino con los procesos de formación a que la enseñanza está abocada. Contribuirá a diversificar la labor, a especializar a los docentes, a vincular estrechamente la investigación, la enseñanza y el enriquecimiento del marxismo en su práctica.


Ubicados en el siglo XXI, la disciplina docente no puede menos que atender a la revisión crítica de lo heredado, y a los procesos nuevos.


Para la disciplina docente es fundamental tomar en consideración además que la confusión sobre marxismo, marxismo-leninismo, ciencia, doctrina, ideología, puede tener la forma de prejuicio entre el estudiantado. Por eso sería conveniente desde el punto de vista pedagógico comenzar el ejercicio docente contextualizando el marxismo en su historia, y cuestionar de manera clara y directa qué tesis del marxismo se mantienen, cuáles deben ser revisadas y las que deben ser abandonadas porque han probado ser erróneas. Una actividad de debate sobre este asunto podría ser un elemento de cambio decisivo para superar prejuicios extendidos entre una parte del estudiantado, y para recolocar la enseñanza del marxismo sobre los rieles de la formación de un pensamiento crítico comprometido con el cambio social revolucionario.

Por ejemplo, por su claridad, brevedad y certeza, la síntesis que ofreciera sobre este asunto Adolfo Sánchez Vázquez en ¿Por qué ser marxista hoy?, discurso que pronunciara al recibir el título de Doctor Honoris Causa en el Aula Magna de la Universidad de La Habana el 16 de septiembre de 2004, podría servir de texto base para motivar una actividad de debate y reflexión con alto valor formativo:


Por lo que toca a las primeras, encontramos tesis que no sólo se mantienen, sino que hoy son más sólidas que nunca, ya que la realidad no ha hecho más que acentuar, ahondar o extender lo que en ellas se ponía al descubierto. Tales son, para dar sólo unos cuantos ejemplos, las relativas a la naturaleza explotadora, depredadora, del capitalismo; a los conceptos de clase, división social clasista y lucha de clases; a la expansión creciente e ilimitada del capital que, en nuestros días, prueba fehacientemente la globalización del capital financiero; al carácter de clase del Estado; a la mercantilización avasallante de toda forma de producción material y espiritual; a la enajenación que alcanza hoy a todas las formas de relación humana: en la producción, en el consumo, en los medios masivos de comunicación, etcétera, etcétera.
En cuanto a las tesis o concepciones que habría que revisar para ajustarlas al movimiento de lo real, está la relativa a las contradicciones de clase que, sin dejar de ser fundamentales, tienen que conjugarse con otras importantes contradicciones en la sociedad actual: nacionales, étnicas, religiosas, ambientales, de género, etcétera. Y por lo que toca a la concepción de la historia hay que superar el dualismo que se da en los textos de Marx, entre una interpretación determinista e incluso teleológica, de raíz hegeliana, y la concepción abierta según la cual «la historia la hacen los hombres en condiciones determinadas». Y que, por tanto, depende de ellos, de su conciencia, organización y acción, que la historia conduzca al socialismo o a una nueva barbarie. Y están también las tesis, que han de ser puestas al día acerca de las funciones del Estado, así como las del acceso al poder, cuestiones sobre las cuales ya Gramsci proporcionó importantes indicaciones.
Finalmente entre las tesis o concepciones de Marx y del marxismo clásico que hay que abandonar, al ser desmentidas por el movimiento de la realidad, está la relativa al sujeto de la historia. Hoy no puede sostenerse que la clase obrera sea el sujeto central y exclusivo de la historia, cuando la realidad muestra y exige un sujeto plural, cuya composición no puede ser inalterable o establecerse a priori. Tampoco cabe sostener la tesis clásica de la positividad del desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas, ya que este desarrollo minaría la base natural de la existencia humana. Lo que vuelve, a su vez, utópica la justicia distributiva, propuesta por Marx en la fase superior de la sociedad comunista con su principio de distribución de los bienes conforme a las necesidades de cada individuo, ya que ese principio de justicia presupone una producción ilimitada de bienes, «a manos llenas».
En suma, el marxismo como teoría sigue en pie, pero a condición de que, de acuerdo con el movimiento de lo real, mantenga sus tesis básicas —aunque no todas—, revise o ajuste otras y abandone aquéllas que tienen que dejar paso a otras nuevas para no quedar a la zaga de la realidad. O sea, en la marcha para la necesaria transformación del mundo existente, hay que partir de Marx para desarrollar y enriquecer su teoría, aunque en el camino haya que dejar, a veces, al propio Marx. (2004)


Sea con este texto o con otros de similar calidad teórica, científica e ideológica, es imprescindible que se reconstruya la disciplina docente de marxismo y se estructure su enseñanza en base a una revisión de las herencias, para renunciar a aquellas que comprometen la naturaleza marxista de la enseñanza. No hacerlo impediría delimitar verdad y error, y mantendría el camino erróneo iniciado por el estalinismo y nunca superado en la URSS de subordinar la teoría científica marxista a lo doctrinario e ideológico y con ello, privar al marxismo de su capacidad explicativa, heurística y crítica.


La composición de las asignaturas que se integran en la disciplina docente requiere también una revisión en lo que respecta a su pertinencia teórica y práctica. Existe en esto un mal de origen que debe ser superado.


En 1913, en el tercer número de la revista Prosveschenie, Lenin publicó el artículo «Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo», un texto conciso y claro, donde en tres páginas expone para un público general las fuentes de origen y los componentes fundamentales del marxismo, identificándolas en la filosofía, la economía política y el socialismo. El marxismo-leninismo adaptó a sus necesidades este texto de Lenin y lo convirtió en el modelo teórico de construcción de la disciplina docente (y propagandística) que quedó circunscrita a tres asignaturas componentes: la filosofía (marxista-leninista), la economía política (marxista-leninista) y el comunismo científico. Con el tiempo figuraron en los manuales otras áreas de análisis como por ejemplo «teoría y táctica del movimiento comunista internacional», pero esta última era más bien un añadido a la problemática del comunismo.


La construcción de la disciplina realizó el ideal de conocimiento absoluto al introducir cortes arbitrarios en el dominio de las ciencias sociales (algunas nacientes), lo que significó simultáneamente una reducción del campo de la investigación social posible:

1- Excluyó áreas de interés cosmovisivo, como la ética y la estética, subordinándolas como campo a la filosofía y como asuntos a la política;

2- Redujo al mínimo la ciencia como objeto de interés, circunscribiendo su análisis a cuestiones cognoscitivas dentro de la filosofía como asunto de «lógica y metodología», o «problemas filosóficos»;

3- Hizo desaparecer como por arte de magia áreas completas de la ciencia como la politología, la ciencia política, y la sociología, las dos primeras subsumidas en el comunismo científico, y la tercera en el materialismo histórico;

4- La entrada de lo nuevo quedó excluida de modo automático e implícito, pues la disciplina, representada en su estructura en el índice del Manual, se redujo a la lógica de un conjunto de preguntas y respuestas pre elaboradas. La creatividad quedó reducida al ejercicio de la ejemplificación para ilustrar con nuevas situaciones la validez de los enunciados.


La última de estas características en particular, muestra el carácter anticientífico, es decir, anti ciencia marxista de la construcción. No se trata de que pueda cuestionarse la calidad de un libro de texto o de un programa de estudios. Tales cuestionamientos serán siempre posibles, deseables y forman parte de la crítica saludable. Se trata de la instrumentación de un procedimiento muy conocido y ampliamente caracterizado en el dominio de las ciencias, identificado como típico de la falsa ciencia, que consiste en seleccionar aquellos ejemplos que ilustran una tesis, haciendo omisión de lo que no la confirma, podría refutarla o la refuta.


La construcción de la disciplina fue un proceso largo a través del cual se estableció una estructura que perduró en lo fundamental, con muy pequeñas modificaciones hasta el derrumbe.


A partir de los noventas, a consecuencia de los procesos de trabajo científico-metodológico de los colectivos que dirigían e impartían la disciplina, y del estremecimiento causado por el derrumbe en la sociedad y la academia, en el caso de Cuba se introdujeron cambios importantes, en la estructura de la disciplina (fortalecimiento del papel de nuevas asignaturas como Problemas Sociales de la Ciencia y la Tecnología), en la denominación de las asignaturas (Filosofía y Sociedad, Teoría Sociopolítica), en la diferenciación de la enseñanza en algunos sectores (programas diferentes en ciencias médicas). También se hicieron más activos y agudos los debates y el trabajo metodológico para acercar la enseñanza a las realidades nacionales. Estuvo lejos de ser un proceso de cambios radicales, pero se mejoró la estructuración, la integración de los componentes y la enseñanza, en su práctica y su base material, mediante la preparación de nuevos textos. No obstante, no se superó completamente el ordenamiento implícito que venía de los manuales, no se cuestionó el asunto de fondo del marxismo-leninismo como una de las tendencias dentro del marxismo, y no se superaron completamente los tratamientos básicos de la dialéctica y de la filosofía del marxismo, entendidas al modo de la tendencia marxista-leninista.

La estructuración actual de la disciplina integrada por las asignaturas Filosofía y Sociedad, Economía Política, Teoría Sociopolítica y Problemas Sociales de la Ciencia y la Tecnología es resultado de esos procesos de interesantes debates, trabajo abnegado y soluciones parciales.3 ¿Es suficiente y adecuada a los tiempos presentes de cambios en el país, en la educación superior y en el mundo? A mi juicio no.


Primero, no existe ningún fundamento teórico que obligue a que la disciplina docente incluya esas, solo esas y obligatoriamente esas asignaturas. Pueden ser esas, y pueden ser otras, que sumen, o que integren, o que diferencien. Podrían ser más, o podrían ser menos. Los requerimientos formativos no pueden establecerse sobre la base de criterios generalistas abstractos, como la formación política e ideológica o el pensamiento crítico. Para que no queden en una formulación abstracta es necesario conectar la disciplina marxismo con la estructura de los planes de estudio, y para eso resulta fundamental el diálogo entre especialistas, el conocimiento de los planes de cada carrera, qué se imparte en ellas, dónde hay puntos de coincidencia y posibles enlaces, etcétera, para estar en condiciones entonces de adecuar la enseñanza no a necesidades de formación concebidas en general, sino a necesidades específicas de formación en dependencia de los currículos de cada una de las carreras. Este paso no puede darse de un día para otro ni de una vez, pero tendría dos ventajas fundamentales: colocaría la disciplina de marxismo en un lugar especial dentro de cada carrera por su potencialidad para contribuir a formar el pensamiento crítico de los profesionales a partir de una praxis específica; y le permitiría crecer de manera diferenciada, porque los problemas y la especificidad de las profesiones traerían a la disciplina de marxismo esa praxis específica que le permitirá a su vez, crecer y probar sus herramientas teóricas.


Segundo, la estructura debería integrarse a la formación humanística, ideológica y política que está presente en cada una de las áreas de formación profesional. En un mundo donde se aboga por la democracia cognoscitiva y comunicacional que habilite a los ciudadanos para un ejercicio de libertades democráticas, que contribuyan al bien común colectivo, el marxismo tiene mucho que aportar y recibir, también en el nivel de la formación de los profesionales universitarios. La importancia de esta cuestión no debería menospreciarse, pues es bien sabido que las disciplinas académicas contribuyen a la formación profesional, humanística, ideológica y política, pero esa formación no es patrimonio exclusivo de ninguno de los componentes que participan de ella. Así, ninguna disciplina por separado, puede completar el cumplimiento de esos objetivos formativos. La formación humanística, ideológica y política tampoco es patrimonio exclusivo de la disciplina de marxismo. Se trata de una vía de doble circulación, donde el resto de las disciplinas de una carrera contribuyen también a la formación humanística, ideológica y política, y la disciplina de marxismo contribuye también a la formación profesional. Para lograr ese nivel de integración altamente productivo, se requiere trabajo conjunto desde abajo. La disciplina de marxismo, vista desde arriba como un requerimiento externo, impuesto institucionalmente, ve limitada su capacidad formativa, aunque se pretenda lo contrario.


Tercero, la estructura de asignaturas debería someterse al filtro de selección de lo que la formación de los profesionales en cada una de las carreras requiera. Esto significa que habrá que pensar bien si es necesario o no que se impartan todas las asignaturas, exactamente esas o con modificaciones, o si en determinado caso debería excluirse alguna porque sus objetivos se cumplen dentro del conjunto de las disciplinas de la carrera, o porque dicha carrera requiera de una asignatura nueva que los departamentos de marxismo pueden asumir y canalizar a través de ellas los objetivos de formación de algunas de las asignaturas existentes en la estructura actual. Ese sería por ejemplo el caso de Ciencia Política y Teoría Política con respecto a Teoría Sociopolítica, o Historia de la Filosofía con respecto a Filosofía y Sociedad. Habría especialidades donde se requieran todas, algunas, fusiones de algunas,… Es importante que pueda realizarse ese análisis allí donde se requiera, lo que contribuiría indudablemente al cumplimiento de los objetivos y al acortamiento de los tiempos de la formación profesional.


Poner en práctica las propuestas contenidas en la enumeración anterior podría contribuir a la coherencia de la disciplina de marxismo; a superar la insuficiencia de su cobertura temática (pues daría espacio a la estética, la ética, y otras materias, allí donde se requiera abordarlas con mayor profundidad en función de la formación profesional); evitaría duplicación de contenidos; produciría una apertura temática hacia las realidades contemporáneas a través del prisma de las especialidades donde se trabaja. Esto último tributaría tanto al fortalecimiento de la disciplina Marxismo, como a completar la agenda de temas de investigación que pueden ser atendidos por los docentes-investigadores, lo que elevaría la pertinencia de su preparación y repercutiría a su vez en la generación de conocimientos desde el marxismo. Se podría un freno académico a la estandarización exagerada de la disciplina marxismo, lo que repercutirá en su fortalecimiento inmediato, y al más largo plazo elevará su prestigio en la academia, el aula y la sociedad.
Ninguna de estas propuestas podrá implementarse a la ligera sin considerar también las variables pedagógicas, institucionales, temporales y humanas. Se requiere diálogo con las carreras, pues de lo que se trata es de limitar la estandarización sembrando la semilla del marxismo en suelos profesionales distintos, con las formas y los abonos que requiera cada uno de ellos. Y es para mí indudable, que no podrán realizarse sin una experimentación seria que someta a prueba las experiencias de transformación que resulten exitosas antes de iniciar generalizaciones, que en ningún caso, deberían anular las diferencias y las especificidades.

Lo que nos oculta/devela el problema de los manuales


Finalmente, quiero resumir en un asunto, el mensaje principal de esta presentación. Desde hace muchos años, se viene hablando con insistencia de los problemas que nos presentan los manuales de marxismo. Permítanme narrarles dos experiencias como preámbulo.
Cuando comencé mis estudios universitarios de Filosofía en 1978, en la URSS, durante una conferencia el profesor nos presentó el manual de Konstantinov y otro libro que resumía la Historia de la Filosofía a un volumen, y se expresó de una manera que todavía recuerdo: «Quiera Dios que estos dos libros nunca caigan en sus manos». Cinco años después, cuando comencé mi vida laboral en Cuba al graduarme en 1983 comprobé para mi asombro, que ambos libros todavía eran utilizados ampliamente y como referentes de verdad para la enseñanza del marxismo.


Tuve la suerte de trabajar desde mi graduación durante 10 años bajo la guía y tutela de un maestro de marxismo y marxismo-leninismo, conocedor de la filosofía y su historia, con una amplia cultura greco-latina, pedagógica, humanística y humanista. El maestro García Galló retomaba constantemente en clases el tema de los manuales y su mal uso en la enseñanza, y señalaba dos extremos en los que se caía con frecuencia: el manualismo y la manualización.

Llamaba manualismo al seguimiento ciego de los manuales, por el maestro y por el estudiante. Un apego enfermizo que convertía la letra del manual en verdad indubitable y repetible. A un paso de la enseñanza memorística, el manualismo la habilitaba como su instrumento perfecto de comprobación de lo aprendido mediante la repetición. Y llamaba manualización a la tendencia contraria, que para evitar seguir el texto de los manuales por considerarlos esquematizantes y pobres, pasaba entonces a convertir los textos de los clásicos del marxismo en una especie de manuales que debían leerse completos por los estudiantes, para supuestamente alcanzar a entender de qué se trataba el asunto del marxismo mediante un diálogo inmediato y directo con los autores clásicos, que podrían entonces ser repetidos frase a frase.


Sin dudas, un buen maestro puede usar los textos clásicos y comunicarse con sus estudiantes a través de ellos, y hacer lo mismo utilizando un libro de texto, sin caer nunca en manualismo o manualización. La observación de García Galló se realizó con respecto a la enseñanza del marxismo, porque era su área de desempeño, pero no es en absoluto privativa del marxismo y de su tiempo. En cualquier otra área de conocimientos un mal maestro puede caer en estos vicios, y la pertinencia de su caracterización para el marxismo en el presente, tampoco es discutible, puesto que la labor pedagógica siempre requerirá de un trabajo delicado y preciso que evite vicios como los mencionados.


Pero en cualquier especialidad que se estudie, la existencia de un manual o libro de texto es un recurso válido que facilita el aprendizaje y reacomoda los vínculos entre estudiantes, maestros y la materia que se estudia. ¿Tiene que ser diferente con respecto al marxismo? No, pues como disciplina docente, también requiere la existencia de libros de texto que faciliten el acceso a problemáticas difíciles, que ordenen el material, sistematicen y ayuden con procedimientos didácticos al proceso de aprendizaje-enseñanza.


No creo que exista problema alguno en los manuales de marxismo, por lo menos no diferentes de los problemas que se puedan presentar con manuales de física, biología, sociología o historia, o cualquier otra área de conocimientos. Los manuales de marxismo no presentan ningún problema diferente de los ordinarios y propios de cualquier manual.


El problema está en los manuales de marxismo-leninismo. Y no es un problema pedagógico, se trata de un problema de organización de los conocimientos.


Esos manuales incorporaron acríticamente, expresaron y difundieron la deformación estalinista del marxismo que encierran los tres puntos mencionados al inicio de esta presentación: a) La interpretación objetivante del marxismo y la historia; b) La reducción del marxismo a una interpretación única posible de la realidad; c) El empobrecimiento de la dialéctica y su constreñimiento a un esquematismo instrumental.


Las consecuencias son graves y persistentes, además de contrarias a la médula dialéctica del marxismo. Los manuales han cumplido la misión de socializarla en el terreno de la enseñanza. Esta realidad es la que impide que la enseñanza de la disciplina marxismo-leninismo contribuya, como supuestamente debería, a la formación de un pensamiento que permita a los profesionales apropiarse críticamente de su realidad para estar en condiciones de transformarla.


Todas estas cuestiones se conocen y han estado en los círculos de debate marxista desde hace mucho tiempo. En su notable Antimanual para uso de marxistas, marxólogos y marxianos, Ludovico Silva, en 1978 había caracterizado con lujo de detalles la sustancia general del problema de los manuales y aseguraba su naturaleza específica como problema cuando afirmaba que lo importante no era cambiar, sino cambiar la manera de cambiar. «Lo importante no es cambiar a Stalin, —decía—, sino cambiar la manera de cambiar a Stalin» (1978, p. 13).


Su llamado a construir un diccionario heterodoxo, apuntó directamente al asunto de los manuales:


Es pues, una cuestión de maneras. ¿Quién ha dicho que las maneras no son importantes? El capitalismo es una manera, o, como dicen los economistas, un modo de producción. ¿Cómo se podrá cambiar esta manera o modo? La historia nos está diciendo que la única forma de cambiarla es la indicada hace más de cien años por Carlos Marx. Él nos decía que en las entrañas del capitalismo habría de surgir la explosión. ¿No es eso lo que está ocurriendo actualmente? ¿No está el monstruo capitalista retorciéndose de entrañables dolores? ¿No tenía razón Marx cuando hablaba de la necesidad lógica de las crisis periódicas del capitalismo? La crisis energética de 1974, ocasionada por el alza en los precios del petróleo impuesta por los países productores (que al mismo tiempo son los países subdesarrollados, por ironía de la historia) es un claro ejemplo de la recurrencia de las crisis en el sistema capitalista. Los grandes monstruos industriales se desmoronan y entran en crisis frente a una simple alza de precios. ¡Qué débil es el sistema capitalista! ¡Cuán fácil es su catalogación entre las formas de producción ya muertas!
Esto deberían saberlo todos los que escriben manuales de marxismo. En lugar de hablar tanto de la «superestructura», la «base», el «reflejo», y tantos otros paradigmas, deberían hablar de cómo entendía realmente Marx la estructura de la sociedad capitalista, y cómo sus conceptos eran fundamentalmente dinámicos y no estáticos. Allí está el secreto de la dialéctica como forma dinámica de comprender la historia, y no esa dialéctica «materialista» que nos trasmiten los manuales, fijada en tres leyes hipostáticas, cuadriculada en un álgebra que no han podido entender ni siquiera los científicos rusos. Que yo sepa, no es la dialéctica la que hizo que Yury Gagarin volase en torno a la tierra, ni la que puso a un lunático espectro de metal a hurgar la cara sedienta de la luna. La dialéctica, malamente empleada, solo sirve para confundir a los seres humanos. Pero un capítulo, a ella consagrado, existe, y por tanto, ahora me callo.
Hace falta escribir acerca de los manuales. Son los manuales los que confunden a Marx con las momias de Marx.
Hacer un Anti-Manual no solo significa escribir en contra de ciertos manuales de marxismo, sino escribir, de modo no-manualesco. Esta observación es importante, pues es muy fácil escribir libros, y escribirlos de acuerdo a recetas. Escribir sobre los manuales de un modo crítico equivale a superar su forma, su estilo, su sintaxis, su armadura. Hay que escribir libremente —y esto ya no es tan fácil—, hay que escribir libertades, hasta donde sea posible.
Esto no implica que todos los manuales sean malos. Los de la URSS (ya lo decía el propio Lenin) suelen ser invariablemente malos, pero en otras partes hay buenos manuales. Piénsese, por ejemplo, en el manual de Pierre Salama y Jacques Valier, Une introduction à l´ économie politique (Francois Maspero, París, 1973), que reúne todas las condiciones de un manual: es manuable, puede manejarse fácilmente, a diferencia de esos hipopótamos intelectuales que autores como Konstantinov, Kusinen o Rosental quieren hacernos pasar por «manuales»: se necesita un atril, y hasta una cierta liturgia, para poderlos consultar; es, por otra parte, esquemático, didáctico, sin que ello implique una distorsión del pensamiento presentado ni su reducción a fórmulas resecas; está claramente escrito, y está diseñado según una estructura teórica rigurosa; y, finalmente, no fue escrito por órdenes de un partido o por alguna comisaría ideológica, sino por el libre afán de divulgar el pensamiento económico de Marx. El lector puede pensar también en el excelente manual de Ernest Mandel Iniciación a la teoría económica marxista, donde el prestigioso y combativo economista belga condensa toda su sabiduría económica, ampliamente demostrada en su Tratado de Economía marxista. El manual de Mandel es el resultado de unas conferencias para obreros, dictadas en París, y recuerdan, por su sencillez y precisión, a aquellas conferencias que, también para obreros, dictó Marx en Londres y que luego se convirtieron en ese excelente manual de economía marxista que él tituló en inglés Value, Price and Profit (Adressed to workingmen). (1978, pp. 13-15)

Menciona seguidamente otros manuales y tendencias que critica, y concluye:


Para mí, un buen manual es aquel que incita a leer a Marx, porque es a Marx, en su vibrante estilo, en la claridad mediterránea de su prosa, donde debemos buscar el secreto de ese mensaje doctrinal que ha partido en dos al mundo, y que terminará por unificarlo.
Marx era un pensador heterodoxo. Toda su obra es una constante e implacable crítica, tanto del orden capitalista establecido como de sus justificadores científicos o ideológicos. Su pensamiento se resiste, espontáneamente, a ser convertido en Iglesia. Convertir a Marx en ortodoxia es descaracterizar a Marx, es convertir su ciencia en ideología, como lo recordaba agudamente Marcuse en su libro sobre El marxismo soviético, que es, por cierto, un anti-manual. Los manuales soviéticos le han puesto una camisa de fuerza al pensamiento de Marx y lo han desfigurado de tal modo, que hoy pasa por «marxismo» en el mundo entero una entelequia teórica que nada tiene que ver con Marx. Obsérvese lo que escribía Lenin en 1922, en su artículo Sobre el significado del materialismo militante: «Las publicaciones agudas y amenas de los viejos ateos del siglo XVIII escritas con talento que atacan ingeniosa y abiertamente al oscurantismo clerical dominante, resultarán, a cada paso, mil veces más adecuadas para despertar a la gente del letargo religioso, que las exposiciones aburridas del marxismo, secas, no ilustradas casi con ningún hecho bien seleccionado, exposiciones que prevalecen en nuestra literatura y que con frecuencia (hay que confesarlo) tergiversan el marxismo».
Si el propio Lenin, forjador de la mayor revolución de nuestro siglo, nos advertía acerca del peligro de transformar el marxismo en una Iglesia con sus correspondientes catecismos, breviarios o manuales, ¿por qué hemos nosotros de perdonar a todos esos hacedores de manuales que tanto daño han hecho al pueblo? (1978, pp. 16 y 17)


El problema del manual es entonces, el problema de la conversión dogmática del marxismo, el de la transición de la ciencia marxista que se niega a sí misma como parte de su quehacer, a una ideología a secas, es el problema de la actitud dogmática.


Quiere decir que, para resolver el problema de los manuales, es imprescindible retomar la ciencia marxista, colocarla en el centro de atención de la disciplina docente, y plasmarla en el sistema de sus asignaturas y actividades. Quienes consideran que la ciencia es prescindible o secundaria, y que lo doctrinario e ideológico es lo que debe colocarse en la línea de prioridad, pasan por alto lo medular al marxismo y no rebasan los límites de la interpretación propia de la tendencia marxista-leninista que tanto daño ha causado al marxismo al caricaturizarlo y privarlo de su fuerza creadora.


Si estas reflexiones y propuestas despiertan el pensamiento del lector y sus críticas, habrán cumplido sus propósitos.

Notas
1 Agradezco a la Doctora Natasha Gómez Velázquez, profesora titular de la Universidad de La Habana, el acceso a su presentación Marxismo-leninismo, una creación estalinista, donde pude consultar los resultados de su investigación sobre la historia de surgimiento y las críticas que provocó el marxismo-leninismo en autores marxistas de reconocido prestigio desde la década de los veinte hasta bien entrado el siglo XX, y precisar obras y autores. Como demuestra la autora, la crítica al marxismo-leninismo como creación estalinista fue reactiva desde la década del veinte y no tiene que ver con los debates posteriores al derrumbe del socialismo europeo, pues se había completado mucho antes en obras como Anticrítica (1930) de Korsh, El marxismo soviético (1958) de Marcuse, Consideraciones sobre el marxismo occidental (1976) de Anderson, La reconstrucción del materialismo histórico (1976) de Habermas. Varios aspectos se han retomado en época más reciente por Kohan en Marx en su (tercer) mundo (1998), o Zizek en Repetir Lenin (2002).


2 Para detalles de esta enumeración, véase Delgado, 2009.


3 Dejo al margen la disciplina Historia de Cuba, tanto porque en una parte del sistema educacional se reconoce como Marxismo e Historia de Cuba una estrategia disciplinaria sumamente controvertida, como porque en la educación superior la disciplina Historia de Cuba no se ha vinculado a la disciplina de marxismo en la forma en que se vinculan las cuatro asignaturas que abordan la problemática filosófica, científica, política y de economía política.

Bibliografía mínima
Academia de Ciencias de la URSS (s/f). Manual de marxismo-leninismo.
Bujarin, Nicolai I. (1974). Teoría del materialismo histórico. Ensayo popular de sociología marxista. Siglo XXI.
Delgado, Carlos J. (2009). La filosofía dialéctica deseada. Presentación en el panel «De qué filosofía hablamos. Aportes del pensamiento cubano y latinoamericano», en el Taller «Un mínimo de filosofía sobre la necesidad de la modestia» auspiciado por la Oficina del Programa Martiano. (Inédito)
Delgado, Carlos J y otros (2014). Filosofía política y dialéctica en Materialismo y Empiriocriticismo. Editora Política.
Gómez, Natasha. (2016). Marxismo-leninismo. Una creación del estalinismo. Presentación de diapositivas. (Inédito)
Gramsci, Antonio. (1966). Obras Escogidas. Tomo I. El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce. Edición Revolucionaria.
Guevara, Ernesto Che. (1960). Notas para el estudio de la ideología de la Revolución Cubana. Verde Olivo, 8 octubre 1960.
_________ (1965, 12 de marzo). El socialismo y el hombre en Cuba. Marcha, 26 (1246), 14-15 y 20.
Lenin V.I. (s/f). Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo. En C. Marx y F. Engels. Obras Escogidas. Tomo único. Editorial Progreso.
Marx, C. (1980). El capital. Editorial de Ciencias Sociales.
Sánchez Adolfo. (2004, 17 de septiembre). ¿Por qué ser marxista hoy? Discurso pronunciado al ser investido doctor honoris causa por la Universidad de La Habana el 16 de septiembre de 2004. La Jornada. https://www.jornada.com.mx/2004/09/17/014a1pol.php?printver=1&fly=
Silva, Ludovico. (1978). Antimanual para uso de marxistas, marxólogos y marxianos. Monte Ávila Editores.
Stalin, José (2002). Los fundamentos del leninismo. Conferencias pronunciadas en la Universidad de Sverdlovsk (1924). Marxist Internet Archive. https://www.marxists.org/espanol/stalin/1920s/fundam/index.htm

Fuente: Jorge L. Santana Pérez y Concepción Nieves Ayús. (comps.) (2016). El ideal socialista en la sociedad cubana: ayer y hoy (pp. 455-496). Editorial filosofi@.cu.